Zaea y su Brillante Palaje



Había una vez una cebra llamada Zaea, conocida en la sabana por su brillante palaje de rayas. A pesar de ser admirada por todos, Zaea no se sentía especial.

- ''¿Por qué no puedo ser más como un león?'' - solía lamentarse. - ''Ellos son fuertes y majestuosos, y todos los respetan. O mejor aún, como un flamenco, que vuela alto y es tan colorido''.

Un día, mientras paseaba por la sabana, Zaea se encontró con un camaleón llamado Colo, quien se estaba posando en una rama. Observando su increíble habilidad para cambiar de color, Zaea no pudo evitar acercarse a él.

- ''Hola, camaleón. ¿No te gustaría ser una cebra, con mis preciosas rayas?'' - preguntó Zaea, con voz suspirante.

Colo sonrió, cambiando a un brillante verde. - ''Zaea, tú tienes un don único. Tus rayas son un reflejo de la belleza que llevas dentro. El problema no está en tu apariencia, sino en cómo te ves a ti misma''.

Zaea frunció el ceño. - ''¿Pero qué tiene de especial ser una cebra? Nunca podré ser un flamenco o un león''.

Colo reflexionó un segundo. - ''Eso es justo lo que no entiendes. Cada uno tiene su propia belleza. Mira, todos los animales de la sabana admiran tus rayas. A veces, pasamos tanto tiempo queriendo ser lo que no somos, que olvidamos lo maravillosos que somos tal como somos''.

Zaea se sintió confundida. - ''¿Pero cómo puedo verme a mí misma de esa manera si todos los animales parecen ser más grandiosos que yo?''.

- ''Te invito a un viaje. Vamos a explorar la sabana y verás cómo cada uno necesita ser como es'' - dijo Colo, animándola.

Decidida, Zaea aceptó la propuesta de Colo. Juntos, comenzaron a recorrer la sabana. Su primera parada fue un lago donde se encontraban los flamencos.

- ''Mirá cómo son. Son hermosos, pero también son muy frágiles. Necesitan estar en el agua para que sus plumas brillen, ¿sabes?'' - explicó Colo, señalando a los flamencos.

Zaea observó detenidamente.

- ''Es cierto. Ellos dependen del agua, mientras que yo puedo correr en la tierra'' - reflexionó, cada vez más intrigada.

Siguieron su camino hasta que llegaron a la cueva de los leones.

- ''Los leones son considerados rey de la selva. Sin embargo, no todo es tan fácil. Ellos deben cuidar de su manada, y tienen que lidiar con muchas responsabilidades'' - dijo Colo.

Zaea comenzó a entender. - ''Tal vez ser león no es tan simple como pensé. Tienen su propio peso que llevar''.

Al regreso, se encontraron con un grupo de animales que estaban asistiendo a un festival.

- ''¡Zaea! ¡Zaea! Vení a mostrar tus rayas en el festival!'' - gritó un pequeño antílope.

Zaea sintió una oleada de energía. - ''¿Yo?'' - preguntó, sorprendida.

Colo sonrió.

- ''Ves, ya te están buscando. ¡Tu belleza es única!'' - y la animó a unirse.

Zaea, con un aire de confianza que nunca había tenido, se acercó al festival y todos los animales la aclamaron.

- ''¡Mirá esas rayas, son las más hermosas de la sabana!'' - exclamó el antílope.

Esa noche, bajo las estrellas, Zaea comprendió lo que Colo había dicho.

- ''No necesito ser un león o un flamenco, soy Zaea y mis rayas son hermosas. ¡Soy especial tal y como soy!''

Colo, satisfecho, asintió. - ''¡Exactamente! Todos somos únicos y eso es lo que nos hace bellos. Nunca dudes de tu grandeza''.

Desde ese día, Zaea caminó con orgullo. Aprendió que, aunque cada uno es diferente, la verdadera belleza reside en aceptarse a uno mismo y celebrar las diferencias.

Y así, Zaea la cebra se convirtió en un símbolo de autoconfianza y amor propio en la sabana, inspirando a otros a abrazar lo que realmente son.

FIN.

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