Zelda en la Fiesta de los Sueños
Era la década de 1920, un tiempo de jazz, vestidos brillantes y sueños colosales. En una acogedora casa en París, Zelda Fitzgerald miraba por la ventana mientras las luces de la ciudad comenzaban a encenderse. Su corazón latía con la música que provenía de las calles; a menudo, la invitaban a fiestas donde la diversión nunca se detenía. Sin embargo, esta noche era diferente.
Recientemente, había encontrado un pasaje en la nueva novela de su marido, F. Scott Fitzgerald, que parecía muy familiar. Al abrir su diario, se dio cuenta de que las notas que había escrito sobre sus sueños, sus miedos y sus anhelos, habían sido transformadas en palabras que ahora llenaban las páginas del libro de su esposo.
"¿Por qué no me preguntó?" - se preguntó Zelda en voz alta, sintiéndose traicionada y al mismo tiempo, inspirada.
Esa noche, mientras se preparaba para una fiesta, su confusión se transformó en una tormenta de emociones.
"Zelda, querida, ven a bailar con nosotros!" - la animó su amiga Sara, sacándola de sus pensamientos.
Con una sonrisa forzada, Zelda respondió:
"Quizás más tarde, Sara. Necesito pensar".
A medida que la música sonaba más fuerte, cada nota la acercaba más a una decisión. Mientras contemplaba su reflejo en el espejo, se dio cuenta de que había estado encerrada en sus propios pensamientos. Era su vida lo que estaba en juego, y su voz necesitaba ser escuchada.
"¡Decidido!" - exclamó, como si hablara consigo misma. "Hoy voy a salir y disfrutar de la vida, porque todo lo que he escrito también es parte de mí".
Con un vestido brillante, salió a las calles de París. La noche estaba llena de risas, y la música llenaba el aire de una energía vibrante. Al llegar a la fiesta, fue recibida con abrazos y palabras de aliento. Era un mundo donde cada persona había perseguido sus sueños.
"Zelda, ¡estás radiante!" - dijo una mujer de vestido de plumas.
"Gracias, pero estoy aquí para celebrar mis sueños", respondió Zelda, sintiendo su confianza renacer.
Mientras la música del jazz llenaba la sala, se dio cuenta de que sus palabras en el diario eran un tesoro que no solo había creado para sí misma, sino también para el mundo. Al observar a la gente bailar, comenzó a sentirse parte de algo más grande, más vibrante.
"Zelda, ven a bailar!" - la llamó Scott, sonriendo desde la otra punta del salón.
"Ahora puedo ser yo misma" - pensó, mientras él se acercaba a ella.
Justo en ese momento, Zelda decidió que no iba a dejar que la traición la derribara. En cambio, iba a convertir esa experiencia en un triunfo.
"Scott, quiero hablar contigo sobre..." - comenzó, pero se interrumpió al ver a su esposo con los ojos brillantes. "...Lo que realmente quiero compartir es lo maravillosa que es esta vida y cómo quiero seguir creando".
Scott la miró con asombro, y después sonrió. Las palabras de Zelda lo sorprendieron gratamente.
"Tal vez deberíamos colaborar", propuso. "Tú tienes una voz poderosa por derecho propio, y me encantaría que el mundo la escuchara".
"Bueno... ¡eso suena emocionante!" - respondió Zelda, sintiendo que sus palabras finalmente estaban siendo reconocidas.
La fiesta continuaba y Zelda, llena de energía, decidió que no solo era la historia de Scott, sino también la suya. Esa noche, dejó que su espíritu brillara, que su voz se alzara, y que su alegría se expandiera como las luces de París.
Finalmente, mientras el jazz seguía sonando y las risas resonaban en el aire, Zelda comprendió que la vida era un lienzo en blanco y que, al final del día, cada experiencia era una historia que merecía ser contada. A partir de ese momento, prometió no solo compartir su historia, sino vivirla plenamente.
"¡Esta noche es nuestro triunfo!" - exclamó Zelda, mientras se unía a la danza, llena de sueños, colores y palabras.
En los locos años 20, Zelda Fitzgerald había encontrado su voz, y su historia estaba lista para ser escrita, no solo en un diario, sino en cada rincón del mundo.
FIN.