Zelda y el Secreto de las Palabras



En los locos años 20, en una vibrante y bulliciosa ciudad de cristal y sueños, vivía Zelda Fitzgerald, una joven escritora llena de vida e imaginación. Su hogar, un pequeño departamento decorado con los colores más vivos de la época, estaba siempre cubierto de risas, música y, sobre todo, palabras.

Zelda pasaba sus días escribiendo en su querido diario, un lugar donde sus ideas más locas y sueños más profundos cobraban vida. Pero un día, mientras revisaba algunos de sus escritos, notó algo extraño. En la novela más reciente de su esposo, Scott Fitzgerald, había fragmentos de sus pensamientos.

"¿Scott?" - llamó Zelda, con un leve temblor en su voz.

"Sí, Zelda querida, ¿qué pasa?" - respondió Scott, mientras sus ojos no se despejaban de las páginas de su manuscrito.

Zelda se acercó, sosteniendo su diario con fuerza.

"He visto partes de mi diario en tu novela. Me siento... un poco traicionada. Cuando escribo, siento que son solo mis palabras. ¿Por qué no me dijiste?"

Scott dejó a un lado el papel y se volvió hacia ella.

"Zelda, lo siento. No quise herirte. La manera en que pones tus sentimientos en palabras es mágica. Quería sentir esa magia también. Pero tienes razón, no debí hacerlo sin contarte. Él pensaba en voz alta, buscando las palabras justas para explicarse."

Zelda miró al suelo, sintiendo una mezcla de enojo y confusión. No era solo un tema de palabras, era una cuestión de confianza. Necesitaba decidir si estaba dispuesta a compartir su visión del mundo con Scott o si debía guardarla solo para ella.

"Las palabras son como mariposas, Scott. A veces, vuelan y se posan en los lugares equivocados. Necesito saber que respetas mis alas y mi vuelo."

Scott sintió el peso de su responsabilidad. Empezó a comprender que las palabras de Zelda eran como tesoros, y debía cuidarlas como tal.

"Comprendo, Zelda. Prometo que no volveré a usar tus palabras sin tu permiso. Pero, ¿qué tal si trabajamos juntos? Podemos crear algo nuevo, donde tus ideas y las mías puedan brillar al unísono."

La propuesta de Scott iluminó una chispa dentro de ella. Sería un desafío, pero también una oportunidad. ¿Qué pasaría si combinaran sus talentos? Zelda, aunque aún dudosa, vio la posibilidad de mostrar sus mariposas en un vuelo conjunto.

"Está bien, Scott. Propongo que cada uno escriba un capítulo. Luego, podremos compartir las historias y ver cómo se entrelazan."

Días después, Zelda se sentó en su mesa, lista para crear su capítulo. Con cada palabra que salía de su pluma, sentía que sus alas se expandían más y más. Scott, por su parte, escribió con un fervor renovado, deseando honrar los sentimientos de Zelda.

Cuando terminaron, decidieron reunirse en el parque. Con el sonido de la ciudad y el canto de los pájaros de fondo, leyeron sus historias en voz alta. A medida que las palabras fluyeron, risas y sonrisas comenzaron a brotar. Las historias se entrelazaban de una manera hermosa y mágica.

"Esto es maravilloso, Zelda. Nuestras palabras juntas suenan a música."

"Sí, Scott. Tal vez, al compartir nuestras voces, descubriremos algo aún más grande."

Y así, Zelda y Scott descubrieron que su amor por las palabras y la literatura era aún más poderoso cuando se compartía. La confianza renovada los acercó, y juntos comenzaron a emprender un nuevo viaje creativo, donde cada uno de ellos pudo volar libremente y, a su vez, apoyarse el uno en el otro.

Al final, Zelda comprendió que aunque sus mariposas habían volado en caminos inesperados, lo importante era cómo podían volar juntos. En el corazón de la ciudad, donde los sueños se encontraban, dos almas creativas habían encontrado su lugar, recordándose mutuamente que cada palabra contaba una historia, y juntas, esas historias eran inolvidables.

FIN.

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