Zoe, la Perrita Amable



Había una vez en un pequeño vecindario, una perrita llamada Zoe. Era una perrita hermosa, con pelaje dorado que brillaba al sol. Además, Zoe era muy cariñosa y siempre estaba dispuesta a hacer amigos.

Un día, mientras Zoe paseaba con su dueña Sofía, se encontró con un niño llamado Tomás. Tomás parecía triste y no estaba jugando con sus amigos como siempre. Zoe, con su hocico suave, se acercó a él y le dijo:

"¡Guau! ¿Por qué estás tan triste?"

Tomás se sorprendió al escuchar a Zoe hablar. Nunca había visto a un perro que pudiera hacerlo. "Hola, Zoe. Es que hoy no puedo jugar porque se me perdió mi pelota. Sin ella no me divierto."

Zoe tuvo una idea. "¡Vamos a buscarla juntos!"

Tomás, aunque dudaba un poco, decidió seguir a Zoe. Después de un rato de búsqueda, no encontraron la pelota, pero sí vieron a un grupo de niños jugando con una cometa.

"Mirá, Tomás, ¿no te gustaría jugar con ellos?" dijo Zoe.

"Sí, pero no tengo la pelota. Y si no tengo la pelota, no sé si me querrán invitar a jugar."

Zoe le dio un suave empujón con su hocico y le dijo:

"A veces lo más importante no es tener un juguete, sino hacer amigos. Vamos a pedirles que nos dejen jugar."

Tomás pensó que Zoe tenía razón y, junto a ella, se acercaron al grupo de niños.

"¡Hola! Soy Tomás y ella es Zoe. ¿Podemos jugar con ustedes?" pidió.

Los niños sonrieron y le respondieron:

"¡Claro! Vení, estamos haciendo volar esta cometa. ¿Te gustaría probar?"

Tomás se sintió emocionado. Se olvidó por un momento de su pelota y empezó a correr detrás de la cometa. Zoe también corría feliz, saltando y ladrando de alegría.

Pero de repente, el viento comenzó a soplar muy fuerte, y la cometa se perdió entre las nubes. Todos los niños se desanimaron y vieron a Tomás con tristeza.

"¡Oh, no! Ahora no podemos jugar con la cometa. Estoy triste otra vez", dijo Tomás.

Zoe, intentando animarlo, se acercó y dijo:

"No te preocupes, Tomás. La cometa volverá. Mientras tanto, juguemos a otra cosa."

- “¿A qué podemos jugar? ” preguntó Tomás, sintiendo que la tristeza empezaba a apoderarse de él.

- “¿Y si hacemos una búsqueda del tesoro? Yo soy la encargada de dar pistas.”

- “¡Eso suena divertido! ” respondió Tomás, mientras una sonrisa comenzaba a dibujarse en su rostro.

Entonces Zoe se puso a pensar en pistas que pudiera dar y armó un plan. Juntos, Tomás y Zoe fueron de casa en casa, y así se unieron más niños al juego.

"¡Busquen por todo este parque! Hay pistas escondidas en los árboles, alrededor del banco y debajo de las piedras."

Los niños se entusiasmaron y comenzaron a buscar. Al final, no solo encontraron dulces y pequeños juguetes, sino que también comenzaron a reír y a colaborar entre ellos, disfrutando del tiempo juntos.

Al final del día, todos los niños se sentaron en círculo y compartieron sus tesoros, riendo y contándose historias. Tomás se dio cuenta de que, aunque no había encontrado su pelota, había hecho nuevos amigos y había compartido una gran aventura.

"Gracias, Zoe. Hoy fue un gran día!" dijo Tomás.

"¡Guau! Siempre hay una forma de divertirnos si estamos juntos. Recuerda, lo más importante son los amigos, no los juguetes."

De esta manera, Zoe no solo logró alegrar el día de Tomás, sino que también les enseñó a todos algo muy valioso: la importancia de la amistad y la diversión, sin que los objetos sean lo único que importa. Y aunque la cometa no regresó ese día, el corazón de todos estaba lleno de alegría por la nueva amistad que habían encontrado.

Desde entonces, Tomás y Zoe se hicieron inseparables y pasaron mucho tiempo juntos, creando nuevas aventuras y enseñándole a otros niños que la felicidad está en compartir y disfrutar del momento.

Y así, la perrita amable y cariñosa, Zoe, se convirtió en la mejor amiga de Tomás, ayudando a todos a recordar que la verdadera alegría está en el amor y la amistad.

FIN.

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