Zoe y el Torneo de Tenis en Puno
Era una mañana soleada en su casa de Buenos Aires, cuando Zoe Rafaella decidió que quería ser tenista. Desde pequeña había admirado a las grandes figuras del tenis y soñaba con tener su propia raqueta y convertirse en una campeona. Sin embargo, había algo que la preocupaba: el miedo a grabar videos. En su colegio, todos sus amigos hacían videos para compartir en las redes sociales, pero a ella le daba vergüenza.
Un día, mientras disfrutaba de un mate con su familia, su abuela Mirta le dijo:
"Zoe, ¿sabías que en Puno hay un torneo de tenis para jóvenes? Podrías participar y sería una oportunidad de mostrar tu talento".
Zoe se quedó pensando.
"Pero abuela, ¿y si tengo que grabar un video durante el torneo? No sé si puedo hacerlo".
Su abuelo Ramón, un hombre sabio y lleno de historias, intervino.
"Nunca hay que dejar que el miedo nos detenga, Zoe. Cada vez que enfrentas un desafío, te vuelves más fuerte, más valiente como un verdadero tenista".
Motivada por las palabras de sus abuelos, Zoe empezó a entrenar intensamente. Sin embargo, su temperamento a veces explosivo hacía que los entrenamientos fueran desafiantes.
"¡No puedo más!" gritó una vez, lanzando su raqueta al suelo.
"¿Por qué no puedo ser tan buena como los demás?".
Su entrenador, Carlos, un extenista que había competido a nivel profesional, se acercó a ella.
"Zoe, no te compares con los demás. Cada uno tiene su propio ritmo y es en la práctica donde te volverás mejor. ¿Por qué no intentas y grabas un video de tu entrenamiento solo para ti misma? Nada más".
Esa idea le pareció maravillosa y finalmente accedió. Al principio, se sintió tensa, pero a medida que jugaba y se enfocaba en el momento, se olvidó de la cámara.
"¡Estoy disfrutando!" se dijo a sí misma, y por primera vez, sentía que estaba jugando para ella y no para los demás.
Una semana después, comenzó a prepararse para el torneo en Puno. Durante el viaje a la sierra, su corazón latía de emoción y nervios. Miró por la ventana mientras el paisaje cambiaba. Montañas enormes, valles verdes, y el espíritu de la sierra la llenaban de inspiración. Al llegar, se sintió completamente cautivada por la belleza del lugar.
"¡Es como un sueño!" exclamó mientras sus ojos brillaban al ver el lago Titicaca.
El torneo comenzó, y Zoe se enfrentó a varios rivales. Sin embargo, cada vez que lograba una victoria, el miedo al video se hacía presente.
"¿Y si me graban en el momento equivocado?" pensaba, recordando las palabras de su abuela. Pero lo que recordaba aún más era la sonrisa de su familia apoyándola desde las gradas.
El último partido fue contra una chica del lugar, llamada Luz, que también tenía sus mismos sueños de ser tenista. Al principio, el juego fue reñido, pero Zoe recordó que estaba allí para disfrutar. Al final, ganó el partido, pero algo cambio en su mente.
"No importa ganar, lo que realmente cuenta es jugar con pasión".
Al final del torneo, se sintió orgullosa, sin importar la medalla que podía haber perdido. Y al regresar a casa, decidió que era hora de compartir sus videos. Su familia la apoyó en cada paso del camino y juntos crearon un canal donde ella mostró no solo sus habilidades en el tenis, sino también su forma de ver el mundo.
"Nunca dejen que el miedo les quite lo que realmente aman hacer", les decía a sus amigos.
Zoe aprendió la importancia de ser valiente, no solo en el tenis, sino en la vida. Se convirtió en una inspiración para otros niños. Y aunque todavía tenía un poco de miedo a grabar, sabía que con cada video, se volvía más audaz. Así, su aventura apenas comenzaba.
FIN.