Zog y la sinfonía telepática
Había una vez en un planeta lejano llamado Marcia, un marciano curioso y aventurero llamado Zog. A diferencia de los demás marcianos, a Zog le fascinaba observar el planeta vecino, la Tierra.
Decidió disfrazarse con una capa y anteojos para mezclarse entre los humanos y poder explorar su mundo.
Al llegar a la Tierra, Zog se maravilló al descubrir todas las cosas nuevas que desconocía: árboles altísimos, animales coloridos y sobre todo ¡la música! Nunca antes había escuchado algo tan hermoso como las melodías que emanaban de los instrumentos musicales. Intrigado por este nuevo arte, Zog decidió aprender a hacer música.
Se acercó a un grupo de niños que practicaban en una plaza y les pidió ayuda para enseñarle. Los niños, sorprendidos por su aspecto peculiar pero amigable, aceptaron encantados. Con paciencia y dedicación, Zog comenzó a tocar diferentes instrumentos y a componer sus propias canciones.
Pronto descubrió que la música era una forma maravillosa de expresar emociones y conectar con los demás. Un día, mientras tocaba su flauta en el parque, ocurrió algo inesperado.
Los marcianos tenían poderes telepáticos muy desarrollados, pero al exponerse tanto tiempo a la música humana, esos poderes empezaron a descontrolarse en Zog. Comenzó a escuchar los pensamientos de las personas a su alrededor sin quererlo.
Al principio fue divertido escuchar lo que pensaban los demás, pero pronto se dio cuenta de que invadir la privacidad de las personas no era correcto. Se sentía abrumado por tantas voces en su mente y no sabía cómo detenerlo. "¡Ayuda! No puedo controlar mis poderes telepáticos", exclamó Zog angustiado mientras caminaba por la ciudad.
Los niños con quienes había aprendido música notaron su preocupación y decidieron ayudarlo. Juntos idearon un plan para ayudar a Zog controlar sus habilidades telepáticas mediante la música. Crearon una melodía especial que resonaba en armonía con los pensamientos de Zog.
Al escucharla, sus poderes se calmaban poco a poco hasta que finalmente pudo recuperar el control sobre ellos. "¡Gracias chicos! Gracias por ayudarme", dijo Zog emocionado y aliviado.
A partir de ese día, Zog siguió compartiendo su pasión por la música con los demás habitantes del planeta Tierra. Organizaba conciertos donde todos podían disfrutar de sus composiciones únicas e inspiradoras.
Y así, gracias al poder sanador de la música y al apoyo incondicional de sus nuevos amigos humanos, Zog encontró un lugar especial en dos mundos distintos pero conectados por el lenguaje universal del arte y la amistad.
FIN.