Zori y la Luna
Había una vez un pequeño zorro llamado Zori, que vivía en un frondoso bosque. Cada noche, Zori se sentaba sobre una roca y miraba la luna con ojos brillantes, soñando con alcanzarla. La luna era su amiga, la escuchaba cantar y le brillaba como un faro en el cielo.
Una noche, mientras contemplaba ese hermoso satélite, Zori decidió que debía emprender una aventura para llegar hasta ella. "¡Hoy es el día!", exclamó emocionado. "Tengo que encontrar una manera de llegar a la luna".
Al amanecer, Zori comenzó su recorrido. Se adentró en el bosque, donde pronto se encontró con su amiga la tortuga, que se movía lentamente por el sendero. "¿A dónde vas tan apresurado, Zori?" preguntó la tortuga. "Voy a alcanzar la luna!" respondió Zori con entusiasmo.
"La luna está muy lejos, amigo. A veces, en lugar de correr, es mejor pensar con calma. ¿Has pensado en cómo cruzar el río?" "Río, ¿qué río?" Zori se detuvo en seco.
En ese momento, Zori se dio cuenta de que un gran río caudaloso se extendía ante él. Las aguas se movían con fuerza y parecía imposible cruzar. Pero no se desanimó. "No me detendré. Ya encontraré la manera" -dijo con determinación.
Mientras pensaba, apareció un pana de una ardilla que saltaba de árbol en árbol. "¡Hola Zori! ¿Qué haces?" "Voy a alcanzar la luna, pero necesito cruzar este río primero".
"¿Por qué no construyes un puente?" propuso la ardilla. Zori se iluminó. "¡Es una gran idea!".
Zori y la ardilla se pusieron a buscar ramas y troncos. Mientras trabajaban, Zori recordó que no era bueno hacer las cosas solo, así que decidió pedir ayuda a otros amigos del bosque. Pronto, se unieron un castor, una liebre y un búho.
"Cada uno de nosotros tiene un talento especial", dijo el búho. "Construyamos un puente juntos!".
Con el esfuerzo conjunto, la tribu del bosque logró armar un puente firme y seguro. "¡Lo logramos!" gritó Zori. Cruzaron el río uno por uno, disfrutando de su triunfo. Al otro lado, Zori se sintió feliz y agradecido.
"Gracias, amigos. No podría haberlo hecho sin ustedes".
Siguieron avanzando, pero de repente, el cielo se oscureció y empezó a llover. Los amigos buscaron refugio debajo de un árbol. "No quiero rendirme ahora. Estoy tan cerca de la luna", dijo Zori, algo desalentado. "Pero el agua es buena para el bosque y las plantas", explicó la tortuga, "Cuando pase esta lluvia, todo será más bonito".
Después de un tiempo, la lluvia cesó y el sol volvió a brillar. El aire olía fresquito y el bosque relucía de colores. "¡Miren!" exclamó la ardilla, "¡El arco iris!". Todos miraron hacia el cielo y admiraron el espectáculo.
Zori tuvo una idea. "Podríamos seguir el arco iris, dicen que al final hay un tesoro".
"¡Allá vamos!" gritaron con entusiasmo. Siguiendo el arco iris, llegaron a un claro donde encontraron una colina cubierta de flores. En la cima, desde allí, podían ver la luna más cercanamente que nunca.
Y en ese momento, Zori entendió que no era necesario llegar hasta la luna para disfrutar de su belleza. "Tener amigos a mi lado y vivir esta aventura ha sido el verdadero tesoro" dijo Zori. Todos sonrieron y celebraron su amistad.
Desde entonces, cada noche Zori miraba la luna con ternura, recordando su mágica aventura y sabiendo que el viaje y los amigos son lo que realmente importa.
FIN.