Anna y la Fiesta del Colegio Solecito
En una mañana soleada, Anna se despertó con una gran sonrisa.
- ¡Hoy va a ser un día especial! - exclamó. Ya no podía esperar para ir a su colegio Solecito, donde cada rincón estaba lleno de risas y alegría. En el aula, sus amigos la saludaron con entusiasmo.
- ¡Hola, Anna! - gritaron todos a la vez. - ¿Listos para practicar la canción de la fiesta? - preguntó su maestra, la señorita Clara.
- ¡Sí! ¡No puedo esperar! - respondió Anna con su voz melodiosa. La clase empezó a practicar una canción para la gran fiesta de fin de año que se celebraría en el patio del colegio. Anna amaba cantar, pero también le encantaba bailar.
- ¿Puedo mostrarles un nuevo paso de baile que aprendí? - preguntó mientras daba un salto.
- ¡Claro! - dijeron sus amigos al unísono.
Anna hizo una vuelta y sus amigos la siguieron, risas llenaron el aula.
- Esta fiesta será inolvidable, - dijo Lucas, uno de sus amigos, con los ojos brillantes.
- ¡Y yo haré una gran decoración! - aportó Sofía. Así que, cada uno aportó sus ideas para que la fiesta fuera mágica. Con cada día que pasaba, la emoción crecía. Pero un día, mientras se organizaban, ocurrió algo inesperado.
La señorita Clara llegó con una noticia.
- Niños, creo que debemos hablar. -
- ¿Qué pasó, señorita? - preguntó preocupada Anna.
- El proveedor de las decoraciones no podrá traer lo que pedimos. -
- ¡Oh no! - exclamó Soledad, otra compañera de clase.
Todos se miraron decepcionados. Anna sintió que el ánimo del aula se caía.
- No podemos rendirnos - dijo de repente. - ¿Y si hacemos nuestras propias decoraciones?
- ¡Esa es una gran idea, Anna! - dijo Lucas, que siempre creía en ella.
- ¡Sí, hagámoslo! - animó Sofía.
Esa tarde, los niños se pusieron manos a la obra. Cortaron papeles de colores, hicieron dibujos y crearon unos hermosos adornos. Anna lideró el grupo, enseñando a todos los pasos de cómo hacer guirnaldas coloridas.
- ¡Miren lo que hice! - mostró una de sus creaciones.
- ¡Es hermoso! - gritaron todos con alegría. La creatividad fluyó y el ambiente se llenó de risas y música.
Finalmente, llegó el gran día. El patio del colegio se llenó de color y alegría. Anna, con una gran sonrisa, subió al escenario para cantar con sus amigos.
- ¡Estamos listos! - gritó emocionada. Cuando comenzó la música, todos se unieron a cantar.
- ¡Vamos, a bailar! - Anna invitó a todo el colegio.
La energía en el patio era contagiosa. Todos bailaban, se reían y celebraban el trabajo en equipo.
- ¡Lo logramos! - gritó Anna al ver su trabajo.
- ¡Gracias por la idea, Anna! - le dijeron sus amigos.
Al final de la fiesta, la señorita Clara se acercó a Anna y le dijo:
- Estoy muy orgullosa de cómo tomaste la iniciativa. No solo hiciste que la fiesta fuera especial, sino que ayudaste a todos a unir fuerzas.
- ¡Gracias, señorita! - respondió Anna, iluminándose aún más.
- Siempre recordaré este día. -
- Y yo, a partir de ahora, ¡cada vez que algo no salga como lo planeamos, improvisaremos y haremos algo magnífico! - concluyó Anna con una risa contagiosa.
Y así, Anna no solo disfrutó de su colegio Solecito, sino que también aprendió el valor del trabajo en equipo y la alegría de enfrentar los imprevistos con una sonrisa y un buen plan. Cada día en su colegio era una nueva aventura, y Anna estaba lista para todas las que vendrían.
FIN.