Aventuras en la Montaña



En un pequeño pueblo rodeado de montañas, vivía una mamá llamada Mercè con sus dos hijos, Jan y Aina. Jan, un niño lleno de energía, era un gran corredor y disfrutaba de pasear por las laderas con su papá, Àngel. Aina, por su parte, era más tranquila y le encantaba explorar la naturaleza a su propio ritmo.

Una mañana soleada, Mercè decidió que era un buen día para una aventura familiar. "¿Qué les parece si vamos a la montaña?"- preguntó con entusiasmo.

"¡Sí!"- gritó Jan, quemando energía al pensar en la carrera que haría con su padre.

"Yo quiero llevar mi cuaderno para dibujar los animales que veamos"- dijo Aina, emocionada.

Todos se pusieron en marcha, empacando algunas galletas y agua. Mientras caminaban, Jan y Àngel competían por ver quién podía llegar más rápido a la cima. Aina, a su ritmo, se detenía de vez en cuando para dibujar mariposas o recolectar hojas.

Cuando llegaron al primer mirador, el paisaje era impresionante. Los árboles parecían tocar el cielo y los ríos brillaban bajo el sol. Mercè sugirió un descanso, y se sentaron a comer galletas. "¿Sabían que cada árbol tiene su propia historia?"- dijo Mercè, empezando a contarles sobre la importancia de la conservación de la naturaleza.

"¿De verdad?"- preguntó Jan, sorprendido.

"Sí. Los árboles dan oxígeno, son el hogar de muchos animales y ayudan a mantener la tierra sana"- explicó Aina, recordando lo que había leído en su libro de naturaleza.

Después de disfrutar de las galletas, Jan propuso un juego. "¡Hagamos una carrera hasta aquel gran roble!"- dijo, señalando un imponente árbol a lo lejos. Los tres aceptaron la competencia y, al sonar el silbato que Àngel hizo con su boca, todos salieron disparados.

Mientras corrían, Jan, lleno de confianza, rápidamente tomó la delantera, pero no se dio cuenta de que una piedra suelta lo hizo tropezar. "¡Ay!"- exclamó, cayendo al suelo. Aina, que estaba un poco atrás, corrió hacia él.

"¿Estás bien, Jan?"- le preguntó preocupada. Jan se levantó y, aunque un poco adolorido, sonrió.

"Estoy bien. Solo necesito un momento"- respondió. Mercè y Àngel se acercaron para ayudarlo.

"A veces, las carreras no siempre salen como uno quiere, pero hay que levantarse y seguir adelante"- dijo Àngel, con una sonrisa comprensiva. Jan se sintió mejor y decidido replanteó su enfoque. "Quizás deberíamos intentar juntos, como un equipo"- sugirió.

Así que decidieron unirse en lugar de competir. Todos tomaron de la mano y empezaron a correr juntos hacia el roble, riendo y disfrutando el momento. Al llegar, Aina hizo un dibujo del árbol, y Jan lo acompañó explicando cómo se sintió al correr con su familia.

"Mamá, esto es más divertido que ganar una carrera solo"- dijo mientras Aina dibujaba. Mercè sonrió, feliz de ver a sus hijos aprender el valor del trabajo en equipo y el apoyo mutuo.

De regreso a casa, Mercè les propuso otra historia. "¿Qué quieren hacer la próxima vez que vengamos a la montaña?"-

"¡Podemos organizar una búsqueda del tesoro!"- dijo Aina emocionada.

"O competir en diferentes deportes, sería espectacular"- agregó Jan. Y así, mientras bajaban por senderos llenos de risas y buenos momentos, los niños soñaban con su próxima aventura, ya sabiendo que lo importante no era ganar, sino disfrutar juntos de cada paso en la montaña y en la vida.

La familia llegó a casa cansada pero feliz, con las mochilas llenas de recuerdos y el corazón repleto de amor. Desde esa salida, cada vez que Jan y Àngel salían a correr, Aina se unía, formando un equipo inquebrantable.

Al final, aprendieron que la verdadera victoria es compartir y apoyarse en cada aventura, en la montaña y en la vida misma.

FIN.

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