Bernardo y la aventura del jardín de infantes
Había una vez un niño llamado Bernardo, quien estaba a punto de comenzar el jardín. Pero, por alguna razón, no quería ir. - ¿Por qué no quieres ir al jardín, Bernardo? - preguntó su mamá. - No sé...
no me gusta estar lejos de casa y de ti - respondió el niño con tristeza.
Su mamá lo abrazó y le dijo que entendía cómo se sentía, pero que el jardín era un lugar donde podía hacer amigos y aprender cosas nuevas. Además, ella estaría allí para reagarrarlo todos los días. Bernardo pensó en las palabras de su mamá durante toda la noche.
Al día siguiente, cuando llegó la hora de ir al jardín, se aferró a las piernas de su mamá y empezó a llorar. - No quiero ir... por favor no me hagas ir - suplicó. Pero su mamá sabía que era importante que él fuera al jardín.
Así que lo levantó en brazos y lo llevó hasta la puerta del salón. Cuando entraron en el salón del jardín, Bernardo vio a otros niños jugando con bloques y dibujando con crayones.
Uno de ellos se acercó a él sonriendo:- Hola! ¿Cómo te llamas? Yo soy Tomás! Bernardo se sorprendió por la amabilidad del niño e intentando ser cortés respondió:- Hola Tomás! Yo soy Bernardo... Tomás le mostró sus dibujos y pronto los dos estaban riendo mientras jugaban juntos.
Mientras tanto, la maestra les enseñaba canciones nuevas sobre animales salvajes y los niños hacían gestos mientras cantaban. Bernardo se unió a la diversión y pronto se olvidó de que había estado triste.
En el momento en que su mamá vino a reagarrarlo, Bernardo estaba contando emocionado acerca de las nuevas canciones que había aprendido y cómo él y Tomás habían construido una torre gigante con bloques. - ¿Cómo te fue hoy? - preguntó su mamá. Bernardo sonrió ampliamente:- ¡Fue genial! Ya no quiero irme...
quiero quedarme aquí para siempre! Su mamá rió felizmente al ver lo contento que estaba su hijo. A partir de ese día, Bernardo esperaba ansiosamente cada mañana para ir al jardín.
Él descubrió que era divertido hacer amigos nuevos y aprender cosas nuevas. Y aunque extrañaba a su mamá durante el día, sabía que ella estaría allí para reagarrarlo por la tarde.
Y así, gracias a la amabilidad de Tomás y la paciencia de su mamá, Bernardo aprendió una valiosa lección: aveces es bueno probar cosas nuevas incluso si nos da miedo al principio.
FIN.