Cierto día de verano



Cierto día de verano, en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, el sol brillaba intensamente y el aire estaba lleno de risas de los niños que jugaban en el parque. Entre ellos se encontraba Tomi, un niño curioso con una gran imaginación. Era conocido por sus historias sobre dragones, tesoros ocultos y aventuras fantásticas.

Un día, mientras exploraba el parque, Tomi encontró un objeto brillante entre la hierba. Era una brújula antigua, cubierta de polvo y algo oxidada. "¡Miren lo que encontré!"- gritó emocionado. Sus amigos, Sofía y Lucas, corrieron hacia él.

"¿Qué es eso, Tomi?"- preguntó Sofía, inclinándose para mirar.

"No sé, pero creo que nos puede llevar hacia una aventura. ¡Vamos a descubrirlo!"- respondió Tomi con los ojos llenos de emoción.

El trío decidió seguir la brújula. Mientras caminaban, la brújula comenzó a girar locamente, pero de repente se detuvo, apuntando hacia el bosque al borde del parque.

"¿De verdad quieren ir al bosque?"- preguntó Lucas, un poco nervioso.

"¡Claro que sí! Puede que encontremos un tesoro escondido o un lugar mágico. ¡No hay que tener miedo!"- dijo Tomi, tratando de convencerlo.

Así que, desafiando los miedos, decidieron adentrarse en el bosque. Los árboles eran altos y frondosos, y la luz del sol se filtraba a través de sus hojas creando un mágico juego de sombras.

Mientras exploraban, se encontraron con un arroyo que cruzaba su camino. El agua era cristalina y podía verse el fondo lleno de piedras de colores.

"Miren, ¡hay piedras preciosas!"- exclamó Sofía. Se agacharon para recoger algunas, mientras al mismo tiempo la brújula marcaba su próximo destino más adentro del bosque.

De repente, una ardilla muy curiosa se les acercó, como si quisiera jugar con ellos. La ardilla saltaba de un lado a otro mientras ellos reían y la seguían.

"¡Vamos, pequeña, llévanos a donde escondiste tu tesoro!"- animó Tomi.

La ardilla, divertida, corrió hacia un gran árbol con un tronco hueco. Ellos se acercaron y, al mirar dentro, encontraron algo sorprendente: un montón de bellotas, pero no eran bellotas comunes, eran de colores brillantes.

"¡Guau, son bellotas mágicas!"- dijo Lucas.

"Si las llevamos a casa, podemos hacer un montón de cosas divertidas con ellas"- sugirió Sofía.

"Podemos hacer una carrera de bellotas o un concurso de pintura"- añadió Tomi.

De repente, una sombra pasó sobre ellos. Al mirar hacia arriba, vieron un gran pájaro que volaba por encima, cuyas plumas brillaban al sol.

"¿Qué será eso?"- preguntó Lucas, asombrado.

"Creo que es un águila. Tal vez también está buscando tesoros"- respondió Tomi, lleno de emociones.

La brújula comenzó a girar de nuevo y les indicó un nuevo camino. Siguieron adelante, con el canto de los pájaros y la risa de la ardilla como música de fondo. Pero de pronto, el camino se volvió más denso y complicado, con ramas caídas y arbustos espinosos.

"Espera, ¿estamos seguros de que esto es una buena idea?"- dijo Lucas, parando en seco.

"Claro que sí. A veces las aventuras pueden ser desafiantes, pero siempre valen la pena"- aseguró Sofía.

"Además, no estamos solos. ¡La ardilla está con nosotros!"- añadió Tomi, ya decidido a continuar.

Después de un rato de superar obstáculos y reírse juntos, llegaron a un claro que parecía un jardín secreto. Había flores de todos los colores imaginables, mariposas danzando en el aire y una gran roca en el centro, cubierta de musgo.

"Es precioso..."- murmuró Sofía, asombrada por la belleza del lugar.

"¡Esto es un tesoro!"- gritó Tomi, corriendo hacia la roca.

Al acercarse, descubrieron que la roca tenía inscripciones y dibujos.

"Miren, aquí dice algo... dice que este lugar se llama el Jardín de la Amistad y que fue creado por aquellos que comparten sonrisas y aventuras juntos"- explicó Tomi.

"Es un lugar especial porque refleja nuestra amistad"- agregó Sofía con una amplia sonrisa.

De repente, el águila volvió a sobrevolar el claro. Era como si viniera a darles la bienvenida. En ese momento, Tomi, Sofía y Lucas se miraron, comprendiendo que el verdadero tesoro no eran las bellotas de colores, sino los recuerdos que estaban creando juntos.

"¿Les parece si hacemos una promesa?"- propuso Tomi. "Prometamos tener siempre aventuras juntos, incluso cuando seamos grandes"-.

"¡Sí! ¡Prometido!"- dijeron Sofía y Lucas al unísono.

El día terminó con risas, juegos y una celebración especial en el Jardín de la Amistad. A partir de entonces, los tres amigos sabían que siempre estaban juntos en las aventuras de la vida, sin importar lo que pasara.

Y así, el verano continuó, lleno de nuevas historias, risas y promesas inspiradoras, recordándoles a todos que la amistad es la mayor aventura de todas.

FIN.

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