Compartiendo Sonrisas



Había una vez un señor llamado Pepe, a quien le encantaba la merienda. Todos los días, al caer la tarde, preparaba su mesa con deliciosos sándwiches, galletitas y jugo de frutas.

Pero había algo extraño en esta historia: a la merienda no le gustaba el señor Pepe. Un día soleado, mientras Pepe se disponía a disfrutar de su merienda habitual, los sándwiches comenzaron a saltar de su plato y las galletitas rodaban por toda la habitación.

Sorprendido y confundido, Pepe exclamó: "¡Pero qué está pasando aquí!". De repente, una pequeña hada apareció frente a él. Tenía alas brillantes y un vestido colorido.

Se presentó como Hada Merendera y explicó que era ella quien hacía que la merienda se rebelara contra él. "-Señor Pepe -dijo el hada-, estoy aquí para enseñarte una valiosa lección sobre compartir y apreciar lo que tienes". Pepe estaba intrigado y dispuesto a aprender.

El hada Merendera llevó al señor Pepe a un lugar mágico llamado Tierra de las Delicias. Allí descubrió un árbol gigante lleno de frutas dulces y exquisitas. "-Mira este árbol tan maravilloso", dijo el hada Merendera mientras señalaba hacia arriba.

"-Cada fruta simboliza un acto de bondad o generosidad hacia los demás". Pepe comprendió entonces que había estado siendo egoísta con su merienda, sin compartir ni pensar en los demás. El hada Merendera le dio una tarea a Pepe.

Le pidió que recolectara todas las frutas del árbol y las compartiera con los demás habitantes de la Tierra de las Delicias. Pepe aceptó el desafío y comenzó a reagarrar todas las frutas del árbol.

Mientras lo hacía, se encontraba con personajes maravillosos: niños hambrientos, ancianos solitarios y animales necesitados. A cada uno le daba una fruta generosa y llena de amor. A medida que compartía, Pepe sentía un calor en su corazón que nunca antes había experimentado.

Se dio cuenta de lo gratificante que era hacer felices a los demás y cómo eso también lo hacía feliz a él. Cuando terminó de repartir todas las frutas, Pepe regresó junto al hada Merendera.

Ella sonrió y dijo: "-Has aprendido una gran lección sobre la importancia de compartir y pensar en los demás". De vuelta en casa, Pepe preparó su merienda como siempre, pero esta vez hizo algo diferente.

Decidió invitar a sus amigos, vecinos e incluso desconocidos para disfrutar juntos de la deliciosa comida. La merienda ya no saltaba ni rodaba por todos lados porque ahora estaba llena de amor y generosidad. El señor Pepe comprendió que cuando uno comparte con otros, la magia ocurre dentro del corazón.

Y así fue como el señor Pepe aprendió a amar la merienda tanto como ella lo amaba a él.

Desde aquel día, todos los días eran una fiesta donde el amor se compartía entre amigos mientras disfrutaban juntos de aquella mágica merienda. Y colorín colorado, esta historia de amor y amistad ha terminado.

FIN.

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