El árbol mágico de las palabras
El niño se quedó pensando, intentando recordar alguna palabra mágica que había escuchado en algún cuento. De repente, se le ocurrió una idea y dijo emocionado: "¡Árbol encantado, por favor muéstrame tu mundo!".
En ese instante, el árbol comenzó a brillar intensamente y de su tronco surgieron unas escaleras que llevaban hacia arriba.
El niño subió las escaleras con curiosidad y cuando llegó a la copa del árbol, quedó maravillado al ver un hermoso jardín suspendido en el aire. Allí, había flores de todos los colores imaginables y pequeños animales jugando felices entre ellas. El niño se acercó a una flor violeta y la tocó con cuidado. Para su sorpresa, la flor comenzó a hablar.
"Hola niño curioso -dijo la flor-, me llamo Violeta y soy una flor mágica. En este jardín encantado todas las plantas tienen poderes especiales". El niño no podía creer lo que estaba viviendo.
Se sentía como si estuviera dentro de uno de sus cuentos favoritos. "¿Puedo conocer a las demás plantas?" -preguntó entusiasmado. Violeta asintió con alegría y llevó al niño a través del jardín para presentarle a cada planta.
Había Margarita, una planta que tenía el poder de hacer reír; Girasol, quien podía iluminar incluso en las noches más oscuras; Rosa, capaz de sanar cualquier herida; Lirio, que transmitía paz y tranquilidad; y muchas más. El niño aprendió mucho de cada planta.
Comprendió que la risa puede alegrar el corazón, que la luz siempre está dentro de nosotros aunque no la veamos, que un abrazo puede calmar cualquier tristeza, y que encontrar momentos de tranquilidad es fundamental para ser feliz.
Pero había una planta en particular que llamó su atención. Se trataba de un pequeño árbol bonsái llamado Sabio. Tenía hojas verdes brillantes y emanaba una energía especial. "Sabio, ¿qué poder tienes?" -preguntó el niño con curiosidad.
Sabio sonrió y respondió: "Mi poder radica en escuchar atentamente a los demás. A través del diálogo, puedo ayudar a resolver problemas y encontrar soluciones". El niño quedó impresionado por la sabiduría de Sabio.
Decidió pasar tiempo a su lado para aprender cómo ser un buen oyente y cómo ayudar a otros con sus palabras. Con el paso del tiempo, el niño se convirtió en un joven lleno de empatía, comprensión y sabiduría.
Ayudaba a sus amigos cuando tenían dificultades, escuchaba con atención a quienes necesitaban desahogarse y utilizaba sus palabras para inspirar e impulsar sueños. Cuando llegó el momento de despedirse del jardín encantado, Violeta le entregó al joven una semilla muy especial.
"Esta semilla representa todo lo que has aprendido aquí", dijo Violeta emocionada. "Plántala en tu hogar y recuerda siempre el poder transformador de las palabras". El joven regresó al prado donde encontró por primera vez al árbol encantado.
Plantó la semilla y cada día cuidaba de ella con amor y gratitud. Con el tiempo, el árbol creció fuerte y hermoso, llenando de vida y magia a su hogar.
Y así, el joven compartió con todos la importancia de las palabras mágicas: escuchar, comprender y transformar vidas a través del diálogo. Desde entonces, en aquel prado siempre se encuentra un niño curioso que busca aprender de la sabiduría del árbol encantado, recordando que las palabras tienen un poder inmenso para cambiar el mundo.
FIN.