El baile de la amistad



En una linda casa de campo, vivía un gato muy curioso y juguetón llamado Tomás. A pesar de ser un felino travieso, en el fondo tenía un corazón bondadoso y le encantaba la música y el baile.

Por otro lado, en un pequeño agujero en la cocina vivían tres ratoncitos: Martín, Sofía y Lucas. Ellos eran muy buenos amigos y se pasaban los días buscando comida por la despensa.

Un día, Tomás decidió organizar un gran baile en el jardín de la casa. Quería invitar a todos los animales del lugar, incluidos los ratones. Sin embargo, sabía que los ratones le tenían miedo por ser su depredador natural.

A pesar de ello, Tomás estaba decidido a demostrarles que podían confiar en él.

Con mucha valentía, el gato se acercó al agujero donde vivían los ratones y les dijo con voz amable: "¡Hola amigos! ¿Les gustaría venir a mi baile esta noche? Será una fiesta maravillosa llena de música, baile y deliciosa comida". Los ratones se miraron entre sí con temor, pero Martín, el más valiente del grupo, decidió hablar en nombre de todos.

"¿Cómo podemos saber que no nos harás daño?", preguntó Martín con cautela. Tomás comprendió sus dudas y les prometió solemnemente: "Les doy mi palabra de honor como caballero que nadie les hará daño mientras estén bajo mi techo. Solo quiero compartir momentos alegres juntos".

Los ratones se miraron nuevamente y sintieron la sinceridad en las palabras del gato. Finalmente, aceptaron la invitación con cierta timidez pero también con emoción. La noche llegó y el jardín estaba decorado con luces brillantes y guirnaldas coloridas.

La música comenzó a sonar y todos los animales bailaban felices al ritmo de la melodía. Tomás había preparado una mesa llena de frutas frescas, queso exquisito e incluso algunos dulces para sus invitados roedores.

Los ratones no podían creer lo bien que lo estaban pasando. Se sentían seguros junto al gato Tomás y disfrutaban cada momento del baile como nunca antes lo habían hecho. Sofía incluso se atrevió a pedirle al gato que bailara con ella una pieza especial.

Al final de la noche, Martín se acercó a Tomás visiblemente emocionado: "Gracias por demostrarnos que no todos los prejuicios son ciertos. Has sido muy amable con nosotros y hemos pasado una velada maravillosa gracias a ti".

Tomás sonrió satisfecho y les dijo: "La verdadera amistad va más allá de nuestras diferencias naturales. Me alegra haber compartido este momento especial con ustedes".

Desde ese día en adelante, el gato Tomás y los tres ratoncitos se convirtieron en grandes amigos inseparables. Aprendieron juntos que la confianza mutua es la base para construir relaciones sólidas e inquebrantables.

FIN.

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