El brillo de Ana



Era un día nublado en la escuela de la pequeña Ana. Las nubes grises parecían reflejar su ánimo. Al llegar al aula, vio a sus compañeros riendo y jugando, pero ella no compartía su alegría. Se había sentido triste desde el lunes, y aunque intentaba disfrazarlo con una sonrisa, ya no podía más.

Su profesora, la señora Clara, era muy perceptiva. Al notar que Ana se quedaba en su pupitre, mirando por la ventana, se acercó a ella con una sonrisa maternal.

"Hola, Ana. ¿Qué te pasa, cariño?" - preguntó la señora Clara, sentándose a su lado.

"No lo sé, señora. Solo me siento...grisa, como el cielo. No tengo ganas de nada." - respondió Ana, con la voz un poco entrecortada.

"A veces, todos nos sentimos así. Pero te puedo asegurar que siempre hay algo en nuestro interior que brilla, aunque no lo veamos. ¿Te gustaría dibujar un poco?" - sugirió la profesora, tratando de animarla.

Ana dudó, pero asintió. La señora Clara le entregó un cuaderno y unos lápices de colores. Mientras Ana comenzaba a dibujar, la maestra le explicó que uno de sus días más grises había empezado en una clase de arte, donde se sintió incapaz de crear algo bello.

"Pero un día, decidí hacer un dibujo con los colores más brillantes que tenía. Y al terminar, me di cuenta de que aunque había un sol que brillaba en mi corazón, también había espacio para las nubes, y que ambas podían coexistir. Eso me hizo sentir mejor." - compartió la señora Clara, sonriendo.

Ana miraba a su maestra con atención y, poco a poco, sintió cómo su tristeza comenzaba a desvanecerse. Luego de unos minutos, la señora Clara le pidió que le mostrara su dibujo.

Ana, sonrojada, giró el cuaderno y le mostró un dibujo que representaba un hermoso jardín lleno de flores y mariposas.

"¡Es precioso, Ana! ¿Por qué elegiste dibujar flores?" - preguntó la maestra, admirando el trabajo de la pequeña.

"Porque me gustan, y en mi jardín siempre están llenas de colores. Quizás, aunque me sienta triste, esos colores siempre estarán ahí si quiero verlos."

La señora Clara sonrió aún más. "Exacto. A veces, solo necesitamos un poquito de tiempo y un poco de color para recordar que hay cosas hermosas en nuestra vida. ¿Qué te parece si hacemos un mural con todos los dibujos de la clase?" - propuso.

Ana se iluminó. "¡Sí! Así puedo incluir muchas flores y colores."

La maestra organizó a todos los chicos, y juntos, comenzaron a hacer un gran mural en la pared del aula. Ana se encargó de dibujar el sol, y cada vez que alguien terminaba un dibujo, lo colocaban en su lugar. El aula comenzó a transformarse no solo en un lugar colorido, sino en un espacio lleno de risas y creatividad.

Al finalizar el proyecto, mientras todos admiraban su trabajo, Ana se dio cuenta de que su tristeza se había desvanecido. En lugar de sentirse sola, había encontrado apoyo en sus compañeros y en su profesora.

"Gracias, señora Clara. Me siento mucho mejor. Nunca pensé que podría cambiar mi día haciendo algo así." - dijo Ana, con una gran sonrisa.

"Siempre hay una chispa en ti, Ana. Y a veces, solo necesitamos encontrar la manera de dejarla brillar. Recuerda que está bien sentirse triste, pero también está bien buscar la alegría en lo que nos rodea. Después de todo, los días de sol nos hacen apreciar más los días de lluvia." - concluyó la profesora, abrazando a Ana.

Así, Ana aprendió que está bien sentirse triste, pero también descubrió que rodearse de colores y amigos puede cambiarlo todo.

FIN.

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