El Brillo de Lía



En un reino lejano, bajo un cielo siempre estrellado, vivía una estrella llamada Lía. A Lía le encantaba brillar y ver todo lo que ocurría en el mundo desde lo alto. Desde su puesto privilegiado, podía observar a los habitantes del reino: los árboles que bailaban con el viento, los ríos que susurraban historias y los niños que reían mientras jugaban.

Una noche, mientras Lía brillaba más que nunca, oyó a un pequeño niño en el pueblo que miraba hacia el cielo con tristeza.

"¿Por qué estás triste, pequeño?" - preguntó Lía, usando su luz para llamar su atención.

El niño, sorprendido, respondió:

"Mi nombre es Tomás, y estoy triste porque no tengo una pelota para jugar con mis amigos. ¡No puedo disfrutar del juego como ellos!"

Lía sintió un destello de inspiración y decidió actuar. Usando el poder de su luz, se concentró en el deseo de Tomás. Recitó en su mente:

"Todo lo que pensamos, lo podemos crear. Si él desea jugar, yo puedo ayudar a que su deseo se haga realidad."

De repente, un brillante destello iluminó la oscuridad y, justo en el centro de la plaza del pueblo, apareció una pelota colorida. Tomás se sorprendió y no pudo contener su alegría.

"¡Mirá! ¡Es una pelota!"

Entonces, Lía, sintiéndose satisfecha, se dijo a sí misma:

"El pensamiento es el primer paso hacia la creación. Si todos en el reino entendieran esto, podrían lograr lo que deseen."

Movida por su propia revelación, Lía decidió que cada noche, operaría desde su rincón en el cielo. Lía empezó a iluminar no solo el camino de los que deseaban cosas materiales, sino también de aquellos que soñaban en grande: los artistas que deseaban inspirar, los científicos que querían descubrir, y los amigos que buscaban reconciliación.

Una noche, mientras miraba hacia abajo, vio a un grupo de jóvenes luchando por un gran proyecto de arte. Estaban tristes, pues pensaban que no eran lo suficientemente buenos. Lía no pudo resistir.

"¡Chicos!" - brilló intensamente para llamar su atención.

"¡No se desanimen! Lo que piensan sobre ustedes mismos es lo que se convierte en su realidad."

Entonces, un joven respondió:

"¿De verdad? Pero a veces creemos que no somos buenos suficientes."

Y Lía contestó con energía:

"¿Alguna vez pensaron en que si se ven a sí mismos como grandes artistas, lo serán? La creencia en uno mismo es el primer paso para lograr lo que sueñan."

Motivados por las palabras de Lía, los jóvenes comenzaron a pintar con pasión, dejando fluir su creatividad sin límites. Lía se sintió orgullosa y feliz porque su brillo daba vida a los sueños.

Sin embargo, un día, una sombra oscura cubrió su luz. Un malévolo nublado llamado Nimbo se interrumpió en el reino, empeñando en apagar el brillo de Lía y los sueños de los habitantes.

"Con mis nubes les haré olvidar sus sueños y los sumiré en la oscuridad. ¡Nadie podrá brillar aquí!"

Lía no se rindió. Resolvió enfrentar a Nimbo con su luz. Recordó las palabras que había compartido con los jóvenes.

"Mis pensamientos son poderosos. Nimbo no puede apagar mi brillo si yo creo en mí misma y en los sueños de los demás."

Con toda su energía, Lía brilló más intensamente que nunca. La luz atravesó las nubes grises y, como con cada deseo que se realizaba, Nimbo empezó a disolverse.

"¡No! ¿Qué está sucediendo?" - gritó Nimbo, incapaz de resistir el poder de la convicción de Lía.

Cuando finalmente Nimbo se desvaneció, los habitantes del reino miraron hacia arriba, donde Lía brillaba con más fuerza que nunca. Los corazones de los habitantes se llenaron de esperanza; nunca más se dejarían llevar por la oscuridad.

Así, desde aquella noche mágica, Lía no solo era una estrella; se convirtió en un símbolo de sueños, deseos y la fuerza del pensamiento. Todos en el reino aprendieron que lo que realmente desean debe ser alimentado por su propia fe en sí mismos y en la magia que reside en cada pensamiento positivo.

Y así, bajo un cielo siempre estrellado, Lía siguió brillando, iluminando corazones y enseñando a cada pequeño y grande que todo lo que sueñan puede convertirse en realidad si insisten y creen en su propia luz.

¡Y colorín colorado, esta historia se ha acabado!

FIN.

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