El cambio del Jacarandá
Había una vez un hermoso jacarandá que crecía en el jardín de una casa en Buenos Aires. El Jacarandá era muy feliz, pero tenía un gran miedo: no quería que dejara de llover.
Todos los días, el Jacarandá se despertaba temprano y miraba al cielo para asegurarse de que aún estaba nublado. Si el sol brillaba demasiado fuerte, empezaba a temblar de miedo.
Un día, mientras el Jacarandá se preocupaba por la lluvia, notó algo extraño: sus hojas estaban cambiando. En lugar del hermoso tono verde oscuro que siempre habían tenido, ahora eran amarillas y rojas. "¿Qué está pasando conmigo?"- preguntó el Jacarandá a sus amigos árboles cercanos. "Es otoño"-respondió un árbol sabio-.
"Es normal que tus hojas cambien de color". El Jacarandá se sintió confundido y triste. No entendía por qué sucedía esto. Se sentía como si hubiera perdido algo importante.
Mientras seguía preocupándose por su apariencia, llegó otra sorpresa: algunas de sus hojas comenzaron a caer al suelo. "¡Oh no! ¿Estoy enfermo?" -se lamentó el Jacarandá ante sus amigos árboles-. "No te preocupes"- dijo otro amigo árbol-. "Estás haciendo lo correcto".
El Jacarandá no comprendió lo que le dijeron sus amigos hasta más tarde cuando las cosas cambiaron aún más drásticamente. Una noche, mientras dormía, una tormenta muy fuerte se desató en la ciudad.
Los rayos y truenos eran tan fuertes que el Jacarandá temblaba de miedo. Pero algo inesperado sucedió: la lluvia comenzó a caer. Primero fue solo un goteo, pero luego se convirtió en una lluvia torrencial. El Jacarandá nunca había visto algo así antes.
Estaba emocionado y asustado al mismo tiempo. "¡Mira! ¡Está lloviendo!"- gritaron los otros árboles. El Jacarandá miró hacia arriba y vio las gotas de agua cayendo sobre sus hojas, ramas y tronco.
Se dio cuenta de que todas sus preocupaciones habían sido innecesarias; él no tenía nada que temer porque estaba haciendo lo correcto todo el tiempo. A medida que la lluvia continuaba cayendo, el Jacarandá sintió como si estuviera siendo renovado.
Las hojas amarillas y rojas que había estado perdiendo ahora parecían estar siendo reemplazadas por nuevas hojas verdes brillantes. "Ahora entiendo"- dijo el Jacarandá-. "No tengo nada que temer".
Y desde ese día en adelante, el jacarandá dejó atrás su miedo a la lluvia y aprendió a disfrutar del cambio de las estaciones sin preocuparse tanto por lo desconocido o incierto. La moraleja de esta historia es que no debemos tener miedo al cambio ni tampoco preocuparnos demasiado por cosas fuera de nuestro control.
En lugar de eso, deberíamos confiar en nosotros mismos para adaptarnos a los cambios, y disfrutar de la vida tal como viene.
FIN.