El concurso de la amistad
Había una vez en la hermosa Bastida ikastola, una escuela donde los profesores y profesoras de educación infantil y primaria eran conocidos por ser los más perfeccionistas de todo el lugar.
Siempre buscaban la excelencia en su trabajo, pero a veces se olvidaban de lo buenos que eran. En esta escuela, había un grupo de alumnos muy especial: Martina, Lucas, Sofía y Mateo. Eran amigos inseparables y siempre estaban dispuestos a aprender cosas nuevas.
Pero notaron algo extraño en sus maestros: nunca parecían estar satisfechos con su propio trabajo. Un día, durante el recreo, los cuatro amigos se sentaron bajo un frondoso árbol para hablar sobre esto.
"¿Han notado que nuestros maestros siempre están preocupados por hacerlo todo perfecto?", preguntó Martina. "Sí", respondió Lucas. "Siempre están buscando formas de mejorar y no se dan cuenta del gran trabajo que hacen". Los cuatro amigos decidieron hacer algo al respecto.
Querían demostrar a sus maestros cuánto valoraban su dedicación y esfuerzo. Entonces, tuvieron una idea brillante: organizarían un concurso sorpresa para premiar a los mejores profesores de la escuela. Durante las siguientes semanas, trabajaron duro para preparar el concurso secreto.
Diseñaron carteles coloridos, escribieron discursos emotivos y elaboraron premios especiales para cada uno de sus maestros. Llegó el día del concurso y todos los estudiantes estaban emocionados.
En medio del patio escolar decorado con globos multicolores, Martina subió al escenario improvisado y habló frente a todos los alumnos y maestros. "Hoy queremos reconocer el increíble trabajo que hacen nuestros profesores. Son dedicados, cariñosos y siempre buscan la forma de enseñarnos de la mejor manera posible.
¡Son verdaderos héroes!"Los maestros, sorprendidos y emocionados, escucharon atentamente las palabras de Martina mientras los estudiantes ovacionaban. Luego, uno por uno, los amigos subieron al escenario para entregar los premios a cada profesor.
Les dieron medallas brillantes por su paciencia infinita, diplomas por su creatividad e incluso coronas por ser reyes y reinas en el arte de enseñar. Los maestros estaban abrumados por tanto cariño y reconocimiento.
Se dieron cuenta de lo mucho que significaban para sus alumnos y cómo habían dejado una huella imborrable en sus vidas. Desde ese día, los profesores de Bastida ikastola aprendieron a valorarse más a sí mismos y a apreciar su propio trabajo.
Comenzaron a darse cuenta de que eran buenos en lo que hacían y que no tenían que ser perfectos todo el tiempo. A partir de entonces, se volvieron más relajados en su metodología educativa sin perder la calidad en su enseñanza.
Aceptaron errores como oportunidades para crecer personalmente y transmitir a sus alumnos el valor del esfuerzo constante. Y así fue como Bastida ikastola se convirtió en una escuela donde los profesores no solo eran perfeccionistas, sino también conscientes del gran impacto positivo que tenían en la vida de sus estudiantes.
El mensaje final de esta historia es claro: todos somos capaces de hacer cosas maravillosas, y a veces solo necesitamos un recordatorio amable para valorar nuestro propio trabajo y reconocer nuestra valía.
FIN.