El Coraje de Tomás



Había una vez en un pequeño pueblo un niño llamado Tomás. Tomás era un niño sonriente y lleno de energía, aunque su cuerpo era diferente. Caminaba con muletas y a veces necesitaba un poquito más de tiempo para hacer las cosas, pero eso nunca lo detenía. Tomás asistía a un colegio regular donde todos lo querían mucho.

Sus compañeros, Valen, Lucía y Nico, siempre estaban a su lado.

"¡Vamos, Tomi! Jugamos todos juntos en el recreo!" - gritaba Valen, emocionado.

"Sí, me encanta cuando haces esas locuras en el patio!" - decía Lucía, riendo a carcajadas.

A pesar de que Tomás no podía correr como los demás, tenía su propia forma de jugar. Él organizaba juegos en los que todos podían participar, desde buscar tesoros hasta contar historias fantásticas.

Un día, la maestra Pato anunció un emocionante campeonato de deportes, y Tomás estaba ansioso por participar.

"Voy a hacer lo mejor que pueda, ¡quiero ayudar a mi equipo!" - dijo Tomás, con una gran sonrisa.

"Claro que sí, Tomi! Te apoyamos a full!" - respondió Nico, chasqueando los dedos, mientras los otros amigos asentían.

Tomás se preparó para el evento, pero justo un día antes, ocurrió algo inesperado. El equipo de fútbol de la escuela se quedó sin un jugador porque uno de ellos se enfermó. Era un partido muy importante para el equipo de Tomás, y no podían darse el lujo de perder.

"Yo puedo jugar!" - propuso Tomás, sus ojos brillando con determinación.

"Pero no podés correr tan rápido como ellos..." - recordó Lucía, dudando.

Tomás sonrió ampliamente y dijo:

"Pero puedo darle pases y estratégica inventar estrategias. Mis ideas son rápidas."

Sus amigos se miraron entre sí y, a pesar de la duda inicial, decidieron confiar en él. Pasaron la noche entrenando en casa, Tomás explicaba diferentes plays y sus amigos practicaban pasándose la pelota.

Finalmente, llegó el día del partido. La escuela estaba llena de padres y compañeros. Cuando Tomás camina hacia el campo, muchos lo aplaudieron.

"¡Vamos, Tomás! ¡Dale!" - gritaron sus compañeros mientras él tomaba su lugar en el campo.

El partido comenzó y, aunque Tomás no corría tan rápido, gracias a su astucia, logró hacer varias jugadas increíbles. Utilizaba su estrategia, pasó la pelota a Nico y luego a Valen. Con su apoyo, el equipo empezó a ganar confianza y la gente vitoreaba cada vez más.

Sin embargo, llegó un momento crítico. El equipo contrario estaba a punto de anotar un gol y Tomás, sabiendo que debía actuar, se lanzó hacia la pelota con todas sus fuerzas y logró despejarla a un lado.

"¡Vamos, es nuestra oportunidad!" - gritó Tomás, y todos se unieron a su energía.

Al final del partido, cuando el árbitro pitó el final, el equipo de Tomás se llevó la victoria. Todos corrieron a abrazarlo y levantaron a Tomás en sus brazos.

"¡Lo hicimos, Tomás! ¡Sos el mejor!" - exclamó Valen.

"La próxima vez, planificamos un mejor juego desde el principio!" - añadió Lucía, riendo feliz.

Tomás se sintió en la cima del mundo, no solo por la victoria, sino por todo el amor y la amistad que lo rodeaba. Aprendió que, aunque cada uno es diferente, la verdadera fuerza viene de la colaboración y la inclusión.

Desde ese día, Tomás no solo fue un amigo valioso para sus compañeros, sino que también se convirtió en una fuente de inspiración para todos, demostrando que con coraje y esfuerzo, todos pueden brillar, independientemente de sus diferencias.

Y así, Tomás continuó su camino en el colegio, siempre rodeado de amor y risas, sabiendo que su discapacidad era solo una parte de él, y que su verdadero valor estaba en su corazón y su convicción.

Por siempre, Tomás enseñó a todos que ser diferente es simplemente ser único. Y, sobre todo, que lo más importante no es ganar o perder, sino disfrutar del camino con amigos a tu lado.

FIN.

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