El Corazón de Dalia



En una hermosa mañana de primavera, el parque de la ciudad estaba lleno de flores coloridas y mariposas danzando por el aire. Dalia, una niña de nueve años con una gran imaginación, paseaba entre las flores cuando vio algo que la hizo detenerse en seco. Era un hermoso caballo blanco que pastaba cerca de un árbol.

- ¡Mirá, mamá! -exclamó Dalia, señalando al caballo-. ¡Es el caballo más lindo del mundo!

Su madre, que la acompañaba, sonrió.

- Sí, Dalia, es precioso. Pero recuerda que no podemos acercarnos a él sin que el dueño lo permita.

A Dalia le encantaban los animales, especialmente los caballos. Sin pensarlo dos veces, decidió que tenía que acercarse y tocarlo. Se acercó lentamente, mientras las mariposas revoloteaban a su alrededor.

- Hola, hermoso -susurró Dalia, tendiendo la mano hacia el caballo.

Para sorpresa de Dalia, el caballo se acercó y dejó que le acariciara el hocico. En ese momento, una mariposa de vivos colores se posó en su mano.

- ¡Mirá, mamá! ¡Una mariposa me eligió! -gritó emocionada.

Pero justo en ese instante, un niño apareció corriendo, gritando:

- ¡Sofía! ¡Vuelven! ¡No se van! -y al ver a Dalia con el caballo, se detuvo en seco, preocupado.

- ¿Sofía? -preguntó Dalia confundida.

- Sí, ella es mi hermana. ¡Ese es nuestro caballo! -respondió el niño con seriedad.

Dalia se asustó un poco, pero su amor por los animales la impulsó a hablarle.

- Hola, yo soy Dalia. Solo estaba acariciando a tu caballo porque es muy lindo.

El niño sonrió, relajándose.

- Yo soy Simón. Se llama Estrella. ¿Te gusta montar caballos?

- Nunca he montado uno, ¡pero me encantaría! -confesó Dalia, llena de entusiasmo.

Simón miró a su alrededor, como si pensara.

- Bueno, intentemos algo. Si puedes conseguir que Estrella se deje poner la silla, te dejaré montarla. ¿Qué decís?

Dalia, emocionada, asintió con energía. Comenzó a hablar suavemente con el caballo, intentando calmarlo mientras colocaba la silla sobre su lomo.

- ¡Eso es! -decía mientras se movía con seguridad-. ¡Genial Estrella!

Después de unos minutos, Dalia logró ponerle la silla a Estrella, ¡y estaban listos! Simón ayudó a Dalia a subirse sobre el caballo.

- ¡Ahora a dar una vuelta! -anunció Simón emocionado.

Dalia, aunque un poco nerviosa, sintió que el corazón le palpitaba de alegría. Estuvieron trotando por el parque, riendo y disfrutando del día.

Mientras paseaban, Dalia vio a un grupo de niños jugando. Una de las niñas estaba triste, alejada de los demás. Dalia sintió una punzada en su corazón.

- ¿Por qué no juega? -preguntó a Simón mientras daba indicaciones a Estrella para acercarse a la niña.

- No lo sé, pero creo que debería. -Simón se encogió de hombros.

Dalia hizo que Estrella se detuviera cerca de la niña.

- Hola, soy Dalia. ¿Quieres venir a conocer a Estrella? Es un caballo muy amable.

La niña, que se llamaba Clara, miró hacia el caballo, y su rostro se iluminó.

- ¿Puedo acariciarlo? -preguntó con timidez.

- ¡Por supuesto! -Dalia sonrió.

Clara se acercó y tocó el caballo con suavidad. - ¡Es tan suave! -dijo emocionada.

Al finalizar la tarde, Dalia había hecho dos nuevos amigos. Clara se animó a jugar con el resto. Simón, Dalia y Clara pasaron el resto de la tarde riendo y comiendo helado juntos, mientras las mariposas continuaban su danza mágica.

Cuando el sol comenzó a ponerse, Dalia se despidió de sus nuevos amigos:

- ¡Gracias por este día tan genial! -exclamó feliz.

- ¡Volvemos a juntarnos! ¡A Estrella le encanta mostrar su magia! -prometió Simón.

- ¡Sí! Y espero que el próximo encuentro traiga muchas más mariposas y amor! -dijo Dalia, con una sonrisa brillante.

Y así fue como una simple visita al parque se convirtió en una aventura inolvidable, donde el amor por los animales unió a tres corazones en una linda amistad, llena de promesas de nuevas aventuras.

La vida en el parque nunca sería igual para Dalia, Simón y Clara, porque habían descubierto que con un poco de amor y coraje, podían volar tan alto como las mariposas.

Y cada vez que Dalia miraba al cielo y veía mariposas, recordaba el día en que su corazón se llenó de amistad y alegría.

FIN.

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