El dragón aliado



Había una vez un valiente niño llamado Roberto, quien vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas.

Desde que era muy pequeño, siempre soñaba con ser un verdadero héroe y vencer al temible dragón que habitaba en lo alto de la montaña más alta. Un día, Roberto decidió que era el momento de cumplir su sueño y derrotar al dragón. Se preparó con su espada de juguete y su escudo improvisado hecho con una tapa de olla.

Sin embargo, antes de partir hacia la montaña, decidió buscar consejo en su abuelo, Don Miguel. Don Miguel era un sabio anciano conocido por sus historias emocionantes y sus palabras llenas de sabiduría.

Roberto se sentó frente a él y le preguntó: "Abuelo, ¿cómo puedo vencer al dragón?"El abuelo sonrió y le respondió: "Roberto, para poder vencer al dragón debes aprender a enfrentar tus miedos y confiar en ti mismo.

No importa cuán grande sea el desafío, si crees en tu fuerza interior". Animado por las palabras del abuelo, Roberto partió hacia la montaña. El camino estaba lleno de obstáculos peligrosos como ríos caudalosos y puentes tambaleantes.

Pero Roberto no se dio por vencido; recordaba las palabras del abuelo y seguía adelante. Finalmente llegó a la cima de la montaña donde se encontraba la cueva del dragón.

La entrada estaba custodiada por dos imponentes estatuas que parecían cobrar vida cada vez que alguien se acercaba demasiado. Roberto se acercó con valentía y dijo: "No me detendrán, estoy aquí para vencer al dragón". Las estatuas parecieron sonreírle y permitieron que pasara.

Al entrar en la cueva, Roberto se encontró cara a cara con el temible dragón. El monstruo rugió y lanzó fuego por su boca, pero Roberto no retrocedió. "¡Dragón, sé que eres fuerte, pero yo también lo soy! No tienes poder sobre mí", gritó Roberto mientras esquivaba las llamas.

El dragón quedó sorprendido por la determinación de aquel niño y decidió escucharlo. Roberto le contó cómo había superado todos los obstáculos en su camino hasta llegar a él y cómo había aprendido a confiar en sí mismo.

El dragón reflexionó sobre las palabras del niño y se dio cuenta de que su maldad provenía del miedo que sentía hacia los humanos. Decidió cambiar su actitud y convertirse en un guardián amable de la montaña.

Desde ese día, el dragón y Roberto se convirtieron en grandes amigos. Juntos protegían el pueblo de cualquier peligro que pudiera acecharlo. La valentía y determinación de Roberto habían logrado lo impensado: convertir al temible dragón en un aliado.

Y así, el pequeño héroe demostró que no importa cuán grande sea el desafío o cuánto miedo sintamos, siempre podemos encontrar una forma de enfrentarlo si creemos en nosotros mismos y tenemos valor para hacerlo.

FIN.

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