El Dueto del Jardín



En un cálido barrio de Buenos Aires, vivía una alegre señora llamada Rosa. Todos los días, Rosa se sentaba en su jardín con una taza de mate y disfrutaba de la magia de la naturaleza. Pero lo que más le alegraba el día eran sus dos pericos: Ricky y Pacorro.

Ricky tenía plumas de un vibrante azul y siempre estaba listo para cantar. Pacorro, en cambio, era verde y tenía una personalidad inquieta que lo llevaba a contar chistes. Juntos hacían un dueto perfecto que resonaba por todo el vecindario.

"¡Hola, Rosa!" - cantaba Ricky con su voz melodiosa.

"¿Qué tal, hoy es un día hermoso?" - respondía Pacorro, mientras movía su cabecita.

Cada tarde, a las cinco en punto, comenzaba el concierto de los pericos. Los vecinos se reunían en el jardín de Rosa para disfrutar de sus canciones. Todos se reían, aplaudían y se olvidaban de sus preocupaciones. Por eso, Rosa siempre decía:

"Con ustedes, mis queridos pericos, la vida es mucho más alegre."

Un día, mientras preparaban su actuación para la tarde, Ricky y Pacorro escucharon un extraño ruido en el jardín.

"¿Qué fue ese sonido?" - preguntó Ricky, alzando las plumas con curiosidad.

"No tengo idea, pero suena como un llanto. Vamos a investigar, Ricky."

Los dos pericos se asomaron a los arbustos y descubrieron a una pequeña niña llamada Eva, que se había perdido durante una tarde de juegos con sus amigos.

"¿Por qué llorás?" - le preguntó Pacorro.

"No sé cómo volver a casa. Mis amigos se fueron y ahora estoy sola."

Ricky y Pacorro se miraron preocupados.

"No te preocupes, Eva, ¡podemos ayudarte!" - dijo Ricky con firmeza.

"Sí, sí! Podemos cantarle una canción para que se sienta mejor y luego pensar cómo llevarte a casa."

Compusieron una melodía rápida y alegre que hablaba sobre la amistad.

"¡Canta con nosotros!" - animó Pacorro.

Eva, sorprendida, comenzó a reír y cantó junto a ellos. La tristeza se disipó y la pequeña sonrió.

"¡Qué divertido! No sabía que los pericos podían cantar tan bonito."

Una vez que Eva se sintió mejor, Ricky propuso:

"Ahora, vamos a buscar a tus amigos. ¿Recuerdas por dónde fuiste?" - preguntó.

"Sí, creo que fui hacia el parque."

Los tres salieron del jardín y rumbo al parque, Ricky y Pacorro iban volando de un lado a otro, guiando a Eva.

"Toma tu tiempo, Eva, no todo está perdido. Tu risa es nuestra guía. ¡Cantemos de nuevo!" - dijo Ricky animado.

"¡Exactamente!" - exclamó Pacorro "Los amigos siempre encuentran el camino cuando cantan juntos."

Poco a poco, llegaron al parque, donde unos niños jugaban.

"¡Ahí están mis amigos!" - gritó Eva, corriendo hacia ellos "¡Gracias, Ricky y Pacorro! Son los mejores!"

Los pericos se sintieron orgullosos. Ricky dijo:

"Hay que ayudar a los demás. Cuando compartimos alegría, todos sonreímos."

"Así es, amigo. Y recordá siempre que la música es un gran puente para conectar con otros."

Ahora, cada vez que cantaban por la tarde, la gente del barrio también se unía, creando una comunidad donde la alegría y la música reinaban. Así, Ricky y Pacorro no solo alegraron los días de Rosa, sino que también unieron a todo un vecindario.

Y así, los dos pericos descubrieron que el verdadero canto no solo alegraba sus días, sino que también podía ayudar a crear lazos de amistad y amor entre todos. Desde aquel día, cada tarde se convirtió en una fiesta, donde toda la comunidad se reunía en el jardín de Rosa, cantando y riendo, y recordando la importancia de la amistad y la ayuda mutua.

FIN.

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