El gol de la honestidad


Benicio estaba nervioso pero emocionado. Era la final del Mundial 2038 y su equipo, la selección argentina, se enfrentaba a España.

Había trabajado duro para llegar hasta ahí y sabía que tenía que dar lo mejor de sí mismo para ganar. Desde la tribuna, su hermano Simon lo alentaba con todas sus fuerzas. "¡Vamos Beni! ¡Eres el mejor!" gritaba mientras agitaba una bandera argentina. Su mamá Andrea también estaba allí, orgullosa de su hijo.

"Viste Beni que podías llegar hasta acá", le dijo emocionada. El partido empezó y Argentina tomó la delantera gracias a un gol de Benicio. Pero España no se iba a dar por vencida tan fácilmente y empató rápidamente.

La tensión era palpable en el estadio y los jugadores luchaban con todo en el campo. Faltando pocos minutos para que termine el partido, Argentina tuvo una oportunidad única de marcar un gol decisivo.

El balón quedó en los pies de Benicio quien tenía la responsabilidad de convertirlo en gol. Pero justo antes de patear, recordó algo importante: cuando era niño y jugaba al fútbol con sus amigos siempre les decían "la pelota no se mancha".

Eso significaba que tenían que jugar limpio, sin hacer trampas ni faltas feas. Así que en lugar de intentar engañar al arquero español con un movimiento complicado, Benicio decidió patear fuerte y directo hacia el centro del arco.

El portero español atajó el balón pero dio un rebote hacia atrás y uno de los jugadores argentinos aprovechó para marcar el gol que les dio la victoria.

El estadio explotó en un grito de alegría y Benicio corrió hacia su hermano y su mamá, quienes lo abrazaron emocionados. "¡Eres un verdadero campeón, Beni!" le dijo Simon con lágrimas en los ojos. Y Andrea agregó: "Estoy tan orgullosa de ti, hijo.

No solo por ganar el Mundial, sino por jugar limpio y respetando las reglas del juego". Benicio sonrió feliz. Sabía que había hecho lo correcto y que eso era mucho más importante que cualquier trofeo o medalla.

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