El Gran Concurso de Chistes Malos
En un pequeño pueblo llamado Risaslandia, todos los habitantes se conocían y compartían el mismo amor por el humor. Sin embargo, había un gran dilema: ¿Quién contaba el chiste más malo?
Una mañana soleada, la abuela Chona, conocida por sus chistes malos, decidió organizar un concurso. Ella, con su gorro de flores y sus gafas de gran tamaño, reunió a todos en la plaza del pueblo.
"¡Atención, atención!"," gritó Chona, alegrando la mañana. "Hoy es el gran concurso de chistes malos. ¡El que cuente el chiste más malo se llevará una caja de caramelos!"
Todos los niños del pueblo se entusiasmaron. Entre ellos estaban Pablito, la niña Nati y el pequeño Lucho.
"Yo tengo el mejor chiste malo", dijo Pablito con confianza. Alzó la mano y comenzó: "¿Qué le dice una iguana a su hermana gemela? ¡Iguanita!"
La plaza estalló en risas, pero Pablito sabía que no era suficiente.
"¡No se rían tanto!" , interrumpió Nati. "Yo tengo uno que les va a hacer girar la cabeza. Escuchen: ¿Por qué los pájaros no usan Facebook? Porque ya tienen Twitter!"
Fue un buen intento, pero la sonrisa de Chona era un poco forzada.
Finalmente, fue el turno de Lucho. Se puso de pie, acomodó su gorra de aventuras y se despeinó un poco, mientras decía: "Bueno, escuchen este. ¿Qué hace una abeja en el gimnasio? ¡Zum-ba!"
Todos en la plaza soltaron una risa y aplaudieron. Pero justo en ese momento, una nube oscura pasó sobre Risaslandia.
"Oh no", dijo la abuela Chona, preocupada. "Tienes que contar otro chiste malo, Lucho, porque aún no ha terminado el concurso. ¡El jurado somos todos nosotros!"
Lucho miró hacia el cielo y luego a sus amigos.
"Bien, aquí va otro. ¿Por qué los elefantes nunca usan computadora? Porque les da miedo el ratón."
Las risas estallaron de nuevo, pero el cielo seguía nublado y el viento comenzó a soplar fuerte.
Chona murmuró:
"Parece que el clima no ayuda, ¡necesitamos un buen chiste para despejar esto!"
Entonces, Nati tuvo una idea brillante.
"¿Y si hacemos un chiste en grupo?"
Los niños estuvieron de acuerdo al instante. Juntos, comenzaron a pensar en un chiste a cuatro voces. Se colocaron en un círculo y, poco a poco, fueron creando.
"Yo empiezo con uno…" dijo Lucho. "¿Qué le dice el 1 al 10?"
"No sé, ¿qué le dice?" preguntó Pablito.
"¡Para ser como yo tenés que ser más alto!"
Todos rieron, pero Nati dijo:
"¡Eso ya lo contamos! ¡Sigamos!"
"¡Yo tengo algo!" exclamó Pablito. "¿Qué hace una vaca en el espacio? ¡Leche en polvo!"
Mientras se pasaban el micrófono invisible, el cielo comenzó a aclararse, y una brisa suave trajo consigo la luz del sol.
"¡Sigue, sigo!" , gritó Lucho: "¿Por qué el libro de matemáticas se deprimió? Porque tenía demasiados problemas!"
La plaza estaba llena de risas, y cada chiste peor que el anterior, pero lo más importante era que todos se estaban divirtiendo juntos. Finalmente, cuando terminaron, el sol brillaba nuevamente.
"¡Lo logramos!" dijeron los niños.
"¿Vieron?" dijo Chona entre risas, "las risas y la amistad son el mejor remedio para cualquier problema. Ya no importaba quién había sido el anterior campeón de chistes malos, ese día todos ganaron."
Así, concluyó el gran concurso de chistes malos de Risaslandia. Y aunque nadie se llevó la caja de caramelos, todos regresaron a casa llevando consigo lo más dulce: un montón de risas y el sabor de la diversión compartida.
Desde ese día, en Risaslandia, los chistes malos nunca se acababan. Todos los domingos, los niños se reunían para contar los peores chistes y celebrar la alegría de estar juntos.
FIN.