El Gran Domingo del Koala Ramón



Había una vez, en un bosque hermoso de Australia, un koala llamado Ramón. Pero Ramón no era un koala cualquiera; era un superhéroe conocido como "El Koala Ramón". Cada vez que un villano atacaba, Ramón vestía su capa color verde y se lanzaba a la aventura. Su superpoder especial consistía en quitarle la nariz a los villanos, lo que los dejaba tan confundidos que no podían hacer más maldades.

Una mañana, Ramón recibió un mensaje urgente en su árbol. Era su mejor amigo, el loro Pablo.

"¡Ramón, Ramón! ¡Hay un nuevo villano en la ciudad! Se llama Don Narizón, y es más travieso que todos los demás. ¡Tenemos que hacer algo!" - decía Pablo volando de un lado a otro, lleno de energía.

"No sé, Pablo. Hoy es domingo..." - respondió Ramón con un suspiro.

"Pero Ramón, ¡los villanos no descansan ni los domingos!" - insistió Pablo.

"Yo sé, pero los domingos me gusta descansar y comer hojas de eucalipto..." - y Ramón se acurrucó en su árbol, soñando con un día sin preocupaciones.

Sin embargo, mientras tanto, Don Narizón daba vueltas por la ciudad, robando narices a todos los personajes que encontraba. La señora Osa ya no podía oler las flores, y el señor Canguro se sentía muy confundido sin su nariz. Todos estaban muy preocupados.

El lunes llegaría y sería el día más importante para el bosque. Si Ramón no atrapa a Don Narizón, el problema seguiría creciendo, pero Ramón no parecía dispuesto a actuar un domingo. De repente, escuchó un grito en la lejanía.

"¡Ayuda! ¡Don Narizón se lleva nuestras narices!" - era la voz de su amiga, la zorra Sofía, quien corría despavorida.

Aquel grito tocó el corazón de Ramón. A pesar de que era domingo, no podía ignorar el sufrimiento de sus amigos. Se levantó de su árbol, puso su capa, y dijo decidido:

"¡Está bien, vamos a detener a Don Narizón!"

Junto a Pablo, Ramón salió en busca del malvado villano. Tras unos minutos de búsqueda, llegaron a una plaza donde vieron a Don Narizón riéndose mientras se probaba distintas narices.

"¡Eso es!" - dijo Ramón, "Debemos actuar con astucia. Hay que distraerlo y así le puedo quitar la nariz."

Pablo pensó rápidamente y dijo:

"Tengo una idea. Yo volaré sobre él y le lanzarás una hoja de eucalipto para distraerlo. ¡Cuando esté confundido, lo atrapamos!"

Ramón asintió. Cuando Pablo voló hacia él, Ramón arrojó una hoja de eucalipto y la hoja le cayó justo en el rostro a Don Narizón. Este empezó a estornudar.

"¡Achús! ¿Quién se atreve a arrojarme eso?" - gritó el villano, mientras se frotaba la nariz.

¡Era el momento perfecto! Ramón se lanzó hacia él, y con un movimiento ágil, le quitó la nariz con un toque magistral.

"¡Ahora verás que no puedes hacer maldades sin tu nariz!" - exclamó Ramón, sosteniendo la nariz en su mano.

Don Narizón, sin su nariz, no sabía qué hacer, se quedó petrificado y salió corriendo del país.

Al volver a la plaza, Ramón y Pablo fueron recibidos con aplausos por todos los animales del bosque. Sofía se acercó a Ramón.

"¡Eres un héroe, Ramón! ¿Cómo pudiste hacerlo tan rápido?" - preguntó admirada.

"Porque, a veces, incluso los domingos hay que ayudar a los demás. Mi descanso es importante, pero los amigos son más importantes aún." - respondió Ramón con una sonrisa.

Desde ese domingo, Ramón aprendió que no siempre tenía que estar en modo superhéroe, pero que estar dispuesto a ayudar a los demás es lo que realmente lo hacía un héroe.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!