El Gran Juego de Otis
Era un hermoso día en la orilla del río, donde el sol brillaba y las flores danzaban con el viento. Otis, el carpincho, jugueteaba con sus mejores amigos, Juancho el pato y Martita la tortuga. Solían pasar horas explorando la naturaleza, jugando a las escondidas y organizando carreras de saltos. Pero ese día, Otis no estaba contento.
"¿Qué te pasa, Otis?" - preguntó Juancho, al notar que su amigo miraba al suelo, sin ganas de jugar.
"Tengo un dolor de barriga..." - respondió Otis con un susurro.
"Oh, amigo, eso no suena nada bien. ¿Qué comiste?" - preguntó Martita, preocupada.
"No sé, tal vez el pasto de ese lugar nuevo donde fuimos ayer..." - dijo Otis, rascándose la cabeza.
A la mañana siguiente, Juancho y Martita decidieron que tenían que hacer algo especial para levantar el ánimo de Otis.
"Vamos a prepararle una sorpresa." - dijo Juancho con una sonrisa.
"¡Sí! Algo que le haga olvidar su dolor de barriga." - añadió Martita.
Los amigos se pusieron manos a la obra. Juancho fue a recoger flores de colores brillantes mientras que Martita buscó las rocas más lindas para hacer un camino de colores hacia un lugar especial. Juntos llevaron una alfombra de hojas secas y un par de frutas deliciosas para hacer un picnic.
Cuando todo estuvo listo, llevaron a Otis a la sorpresa, haciendo que no viera nada hasta llegar.
"¡Sorpresa!" - gritaron ambos a la vez, mientras Otis abría los ojos y se sorprendía al ver el bello pic-nic.
"¡Guau! Esto es increíble, chicos. ¿Lo hicieron para mí?" - dijo Otis, sintiendo una mezcla de alegría y emoción.
"Sí, querido amigo. Queríamos que te sintieras mejor y olvides un poco tu dolor de barriga." - explicó Juancho.
"Nos preocupamos por vos, Otis. Eres un gran amigo." - agregó Martita.
Otis se sintió muy querido. Aunque su pancita seguía doliendo un poco, el cariño de sus amigos lo hizo sentir muchísimo mejor. Se sentaron a disfrutar de la comida, compartiendo risas, anécdotas y jugando al ‘quién es quién’ con las frutas.
Después de un rato, Martita notó algo curioso:
"Chicos, ¿se dan cuenta que el río se ve más brillante hoy?"
"Es verdad, parece más feliz. ¿Será porque estamos jugando?" - se preguntó Juancho, saltando alrededor.
Otis, intentando levantarse y jugar, sintió un dolor más fuerte en su barriga y se tumbó en el suelo.
"¡Ay! Creo que me duele más..." - murmuró Otis, un poco preocupado.
"Oh, no, Otis. Vamos a hacer algo. ¿Qué tal si buscamos ayuda?" - sugirió Martita, con una mueca en su cara.
Los amigos se pusieron en marcha, pensando en la manera de ayudar a Otis. "¿Y si le preguntamos a la señora luciérnaga?" - dijo Juancho.
"¡Es una buena idea! Ella siempre tiene buenos consejos." - asintió Martita.
Después de un pequeño recorrido, encontraron a la señora luciérnaga, que iluminaba el camino.
"Hola, pequeños. ¿Qué los trae por aquí?" - preguntó la luciérnaga.
"Señora luciérnaga, Otis tiene un dolor de barriga... y no se siente bien. ¿Qué podemos hacer?" - dijo Juancho, preocupado.
La señora luciérnaga se acercó a Otis, lo iluminó con su luz mágica y le dijo:
"Querido Otis, lo primero es que no debes comer pasto de lugares desconocidos. A veces pueden estar sucios o tener cosas que no son buenas. ¿Tienes hambre ahora?".
"Un poco, pero me duele..." - respondió Otis en voz baja.
"Tranquilo, si comes algo suave como un poco de fruta y tomas agua fresca, eso te ayudará. ¡Y recuerda también descansar!" - dijo ella con una sonrisa.
Otis sonrió, sintiéndose más aliviado con las palabras de la luciérnaga.
"Gracias, señora luciérnaga. ¡Haremos lo que usted dice!" - dijo mientras su barriga empezaba a sentirse mejor.
Con un nuevo aire de esperanza, Juancho, Martita y Otis se despidieron de la luciérnaga y volvieron al pic-nic. Fueron a buscar frutas suaves y un poco de agua fresca del río. Tras el almuerzo, Otis se sintió mucho mejor mientras sus amigos lo alentaban con un pequeño baile.
"¡Vamos, Otis! ¡Sigue el ritmo!" - gritaron ambos.
Finalmente, después de un rato de juegos, Otis se sintió tan bien como siempre.
"Gracias, chicos. Ustedes son los mejores amigos que puede tener un carpincho. ¡No hay nada que me haga sentir mejor que su compañía!" - dijo Otis, con una energía renovada.
Y así, los tres amigos siguieron disfrutando del día, saltando y jugando hasta que el sol comenzó a ocultarse detrás de los árboles, recordándoles que cada día es especial. A lo largo de su aventura, aprendieron sobre la importancia de prestar atención a lo que comen, cuidarse entre amigos, y que el cariño es el mejor remedio.
El gran juego de Otis pronto se convirtió en una hermosa historia que contarles a otros, sobre cómo el amor y la amistad pueden iluminar los días más oscuros.
FIN.