El Gran Partido de los Sueños
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un grupo de niños apasionados por el fútbol. Entre ellos estaban Lupe, Tomi y Mateo, inseparables amigos que soñaban con ser grandes jugadores. Un día, escucharon que la selección argentina iba a jugar un importante partido contra Francia.
-Este partido es clave, chicos. ¡Debemos apoyarlos! -dijo Lupe emocionada.
-Tenemos que hacer una gran pancarta para alentarlos -propuso Tomi.
-¿Qué tal si dibujamos nuestras banderas y algunos jugadores famosos? -sugirió Mateo.
Así que pasaron toda la tarde preparando su pancarta. Al día siguiente, con su creación en mano, se dirigieron a la plaza del pueblo donde había una gran pantalla para ver el partido.
Cuando empezó el partido, todos los niños estaban ansiosos.
-¡Vamos, Argentina! -gritaban al unísono.
Y, de repente, ¡gol! Argentina marcó su primer gol. Todos saltaron de alegría. Luego llegaron más gritos de júbilo cuando, poco después, Argentina anotó el segundo.
-¡Estamos ganando! -exclamó Lupe, brillando de felicidad.
Pero en el segundo tiempo, Francia empezó a apretar. Con gran esfuerzo y trabajo en equipo, lograron empatar el partido.
-¡No puede ser! -gimió Tomi, con su carita preocupada.
-Es parte del juego, no debemos rendirnos -dijo Mateo intentando calmar a sus amigos.
El partido se fue a la prórroga. Para sorpresa de todos, Argentina logró marcar otro gol.
-¡Sí! ¡Lo hicimos de nuevo! -gritaron los niños, llenos de esperanza.
Pero, de manera inesperada, Francia empataría una vez más, llevando el partido a la tanda de penales.
-Esto está que arde, chicos -dijo Lupe, mordiendo sus uñas.
-Recuerden, el fútbol es más que un juego. ¡Es sobre la amistad y la pasión! -recordó Mateo.
Y así, se acomodaron para ver cómo se desarrollaban los penales. Cada vez que un jugador argentino pateaba, ellos sentían que era parte de su propio esfuerzo y sueños.
-¡Vamos, chicos! ¡A no rendirse! -animó Tomi.
Finalmente, Argentina ganó el partido. Todos los niños saltaron de alegría y abrazaron su pancarta.
-¡Lo logramos! -gritó Lupe.
Después del partido, los niños decidieron que no solo querían alentar a su país, sino también practicar más para algún día jugar como sus ídolos.
Así que se comprometieron a entrenar juntos todos los días en la plaza, aprendiendo y apoyándose mutuamente. Con el paso del tiempo, sus habilidades mejoraron y se convirtieron en el mejor equipo de la escuela.
-¿Ven? A veces hay que enfrentar desafíos, pero nunca hay que rendirse -les decía Mateo, mientras entrenaban.
El pequeño pueblo siguió vibrando con los sueños de los niños, alentando a no solo ser mejores futbolistas, sino también mejores amigos y compañeros.
Y así, a través del fútbol, aprendieron que lo importante no es solo ganar, sino disfrutar del juego y de tener a otros a tu lado en el camino.
FIN.