El Gran Taller de los Sueños
Era una noche clara y estrellada cuando un mágico encuentro tuvo lugar en la cima de una montaña nevada. Santa Claus, mientras revisaba su lista de regalos, vio a lo lejos a Cenicienta, quien estaba tratando de ayudar a sus hermanos a poner en orden su casa después de una larga noche de fiesta. También al costado del camino, Pinocho, el niño de madera que quería ser humano, estaba buscando su lugar en el mundo. Y no muy lejos, un lobo amable, que todos conocían como el Lobo Feroz, se esforzaba por demostrar que no era tan feroz como creían.
- “¡Ho, ho, ho! ¿Qué hacen todos aquí en esta fría noche? ” - preguntó Santa con su voz alegre.
- “Yo solo quiero ayudar a mis hermanas a aprender a valorar lo que tienen, pero es difícil”, dijo Cenicienta con una sonrisa triste.
- “Yo estoy buscando mi corazón. Necesito encontrar algo especial que me haga sentir más humano”, explicó Pinocho, mientras se rascaba la cabeza.
- “Y yo quiero demostrar que soy más que un lobo feroz”, dijo el lobo, mostrando sus colmillos, pero esta vez en un gesto amistoso.
Santa pensó por un momento. Sabía que cada uno de ellos tenía un deseo especial en su corazón.
- “¿Qué les parece si unimos fuerzas? Juntos podemos hacer algo increíble y cumplir nuestros sueños al mismo tiempo”, sugirió Santa.
Todos estaban de acuerdo. Decidieron llamar este proyecto ‘El Gran Taller de los Sueños’. Santa les propuso hacer un taller de juguetes para ayudar a los niños que no podían recibir regalos en Navidad.
- “Yo puedo tallar los juguetes”, dijo Pinocho emocionado.
- “Yo puedo ayudar a envolverlos y darles un toque brillante”, agregó Cenicienta, totalmente animada.
- “Y yo puedo ser el encargado de entregar estos regalos a los niños”, aseguró el Lobo Feroz, mientras movía su cola con entusiasmo.
Así que, mano a mano, comenzaron a trabajar. Pinocho esculpía deslumbrantes juguetes de madera, mientras Cenicienta los pintaba y les ponía los lazos. El lobo, con su fuerza, ayudaba a llevar las cajas llenas de alegría.
Sin embargo, cuando estaban a punto de terminar, un fuerte viento sopló y desordenó todo el taller, dejando caer los juguetes al suelo.
- “¡Oh no! Esto no puede estar pasando”, exclamó Cenicienta, sintiendo que todo estaba arruinado.
- “No te preocupes”, dijo Pinocho con determinación. “Esto no es el fin. ¡Juntos podemos volver a armarlo! ”
El lobo, que había estado enojado anteriormente por su fama, miró a sus nuevos amigos y dijo:
- “Nunca pensé que tendría la oportunidad de demostrar que puedo ser amable. No me rendiré, lo haremos juntos.”
Con esa motivación, los cuatro juntos comenzaron a recoger los juguetes. Mientras lo hacían, descubrieron que cada uno de ellos tenía un talento especial: el lobo podía mover los objetos pesados, Pinocho podía hacer las piezas más intrincadas y Cenicienta podía aportar su creatividad y deseo de hacer felices a los demás.
Después de mucho esfuerzo y trabajo en equipo, los juguetes estaban listos.
- “¡Lo logramos! ” - exclamó Santa, midiendo su enorme bolsa llena de regalos.
Justo cuando estaban listos para entregar los juguetes, Pinocho miró a sus amigos y dijo:
- “Hoy aprendí que tener un corazón no se trata solo de la apariencia, sino de cómo ayudamos a los demás.”
- “Y yo aprendí que no importa lo que digan los demás, siempre puedo decidir ser amable y ayudar”, dijo el lobo, sintiendo una gran alegría.
- “Y yo aprendí que, incluso en los momentos difíciles, podemos contar con nuestros amigos para levantarnos”, finalizó Cenicienta con una sonrisa radiante.
Esa noche, Santa, Cenicienta, Pinocho y el Lobo Feroz emprendieron un viaje por el mundo, entregando alegría y demostrando a los niños que los verdaderos regalos son los que se dan con amor y amistad.
Desde entonces, el Lobo Feroz se convirtió en el mejor amigo de todos, demostrando que no importa cuán diferente seas, siempre hay un lugar para ti en el corazón de los demás.
FIN.