El Gran Viaje del Gota y el Embalse
Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Aguaville, un niño llamado Mateo que amaba el agua. Todos los días, después de la escuela, corría al lago a jugar y a observar a las plantas y animales que allí vivían. Un día, mientras se asomaba a la orilla, se encontró con una gota de agua brillante.
- ¡Hola! Soy Gota y vengo de arriba, del cielo - dijo la gota, sonriendo.
Mateo, sorprendido, le respondió: - ¡Hola, Gota! ¿Qué haces aquí tan cerca del lago?
- Estoy en un viaje muy importante. Debo encontrar un lugar seguro donde pueda quedarme, porque el agua se está perdiendo. Quiero ayudar a los embalses, pero necesito tu ayuda - explicó Gota.
Mateo, emocionado y preocupado a la vez, dijo: - ¡Claro! Te ayudaré. Pero, ¿qué tenemos que hacer?
Gota le explicó que necesitaban visitar el embalse más cercano y aprender cómo cuidarlo. Juntos, partieron en una pequeña aventura hacia el embalse. Al llegar, se encontraron con un viejo y sabio pez llamado Don Pez.
- ¡Bienvenidos, amigos! ¿Qué los trae por aquí? - saludó Don Pez con una voz profunda.
- Vengo con Gota para aprender cómo cuidar el agua y el embalse - dijo Mateo.
- ¡Eso es maravilloso! - exclamó Don Pez - Pero primero, debo mostrarles algo.-
Los llevó a un lado del embalse donde habían notado algunos problemas.
- Miren - dijo Don Pez -, el agua está muy contaminada. La gente tira cosas al embalse y eso hace que el agua no pueda ser utilizada, ni por nosotros ni por la gente del pueblo.
Mateo se preocupado miró a Gota y preguntó: - ¿Qué podemos hacer para ayudar?
Don Pez acarició su aleta y dijo: - Necesitamos educar a todos sobre lo importante que es cuidar el agua y mantener el embalse limpio. Pero primero, debemos limpiar este lugar.
Así que el trío se dispuso a limpiar el embalse. Mientras recolectaban basura, Mateo se dio cuenta de la cantidad de desechos que había. - ¡Qué tristeza! No podemos dejar que esto siga así - dijo.
Gota, solidaria, agregó: - Juntos podemos hacer una gran diferencia. Hay que hablar con los amigos de tu escuela, enseñarles a cuidar el agua y los embalses.
Mateo asintió con determinación. - ¡Sí! Haré una presentación en la escuela para que todos sepan cómo cuidar el agua.
Después de muchas horas de trabajo, el embalse volvió a brillar. Mateo se sintió muy feliz. Don Pez, con gratitud en sus ojos, les agradeció: - Gracias, amigos, hoy hicieron una gran labor. Pero todavía queda mucho por hacer.
- ¡Lo haremos! - prometió Mateo.
De vuelta en la escuela, Mateo presentó su proyecto mientras sus compañeros escuchaban con atención. - Es importante que recordemos nunca tirar basura al agua. Y también podemos aprender a reutilizar y reciclar - explicó entusiasmado.
Sus amigos se comprometieron a cuidar el agua y juntos empezaron a organizar una limpieza del lago y el embalse. Con el tiempo, Aguaville se convirtió en un lugar ejemplo de conservación.
Un día, mientras jugaba en la orilla del lago, Gota volvió a aparecer. - ¡Mateo! Lo hiciste fabuloso. El agua ahora es más clara, y el embalse está gracias a gente como ustedes. ¡Sigan cuidándola! - dijo Gota, brillando bajo el sol.
Mateo, lleno de alegría, respondió: - Lo haremos, Gota. Prometo que siempre cuidaré el agua y compartiré lo que aprendí con todos. -
Y así, Mateo, Gota, y todos los habitantes de Aguaville, continuaron su misión de proteger cada gota de agua, orgullosos de ser sus guardianes.
Desde entonces, se recuerda a Mateo en su pueblo como el valiente niño que nunca se rindió y que enseñó a los demás a amar y cuidar el agua.
Fin.
FIN.