El hada de la Fuente Mágica


Había una vez un hermoso pueblo en Argentina llamado Villa Navidad. En este lugar, vivía Mai, un hada muy especial. Su misión era hacer que todas las familias pasaran la mejor Navidad de sus vidas.

Mai tenía el poder de encantar a las personas con su magia y alegría. Cada año, durante la temporada navideña, visitaba los hogares del pueblo y llenaba cada rincón de luces brillantes, música festiva y amor. Sin embargo, algo extraño estaba sucediendo.

Con cada Navidad que pasaba, Mai sentía que su propia alegría se desvanecía poco a poco. Aunque conseguía hacer felices a todos los demás, ella misma no podía sentir esa emoción tan especial que solía tener.

Un día, mientras volaba por el bosque cercano al pueblo, Mai se encontró con Lucas, un niño curioso y lleno de energía. Lucas notó la tristeza en los ojos de Mai y decidió preguntarle qué le pasaba.

"Mai" , dijo Lucas preocupado "-¿qué te pasa? Siempre te veo tan feliz haciendo magia para todos nosotros". Mai suspiró profundamente antes de responder: "Lucas, estoy perdiendo mi alegría por la Navidad. No sé qué me está sucediendo".

Lucas pensó por un momento antes de decir: "Tal vez necesitas encontrar algo nuevo que te haga emocionarte nuevamente por esta época del año". Los dos amigos decidieron buscar juntos lo que podría devolverle a Mai esa chispa especial para disfrutar nuevamente de la Navidad.

Primero fueron al taller del señor Nicolás, un viejo fabricante de juguetes. Mai intentó encontrar la alegría en la creación de juguetes, pero no fue suficiente. Luego fueron a la panadería de doña Marta y ayudaron a hacer galletitas navideñas.

Sin embargo, aunque el aroma era delicioso, aún no lograban que Mai recuperara su emoción. Después, visitaron al señor Antonio, quien tenía un hermoso jardín lleno de flores coloridas.

Mai se maravilló con la belleza de las plantas y los colores vivos, pero seguía sintiendo un vacío en su corazón. Lucas estaba decidido a ayudar a su amiga hada y pensó en algo que podría ser mágico para ella.

Recordó que cerca del pueblo había una pequeña cascada llamada "La Fuente Mágica". Sin perder tiempo, Lucas llevó a Mai hasta allí.

Al llegar, se encontraron con una sorpresa: cada vez que alguien lanzaba una moneda en la fuente y pedía un deseo sincero, esta se iluminaba con destellos mágicos. Mai miró fascinada cómo las luces danzaban sobre el agua cristalina. Sintió una cálida sensación recorrer su cuerpo y supo que había encontrado lo que necesitaba.

"¡Lucas! ¡Es perfecto! Esta fuente me ha devuelto mi alegría por la Navidad", exclamó emocionada Mai. Desde aquel día, Mai visitaba La Fuente Mágica todos los años antes de comenzar sus encantamientos navideños. Lanzaba una moneda al agua mientras pedía un deseo especial para todas las familias del pueblo.

Con su alegría restaurada, Mai volvía a llenar los hogares de Villa Navidad con magia, risas y amor.

Y cada vez que veía las luces brillantes y escuchaba la música festiva, sabía que su misión era hacer que todas las familias tuvieran una linda Navidad. Desde entonces, Mai nunca más perdió su alegría por la Navidad.

Y cada año, cuando llegaba diciembre, ella y Lucas recordaban aquel día en el que encontraron la verdadera magia en La Fuente Mágica. Y así fue como Mai descubrió que la verdadera alegría de la Navidad no está solo en dar felicidad a los demás, sino también en encontrar momentos especiales para uno mismo.

Porque solo cuando cuidamos de nuestra propia felicidad podemos compartirlo con los demás y hacer del mundo un lugar aún más mágico.

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