El Jardín de las Palabras
En un pequeño pueblo llamado Colorín, donde las flores hablaban y los árboles cantaban, vivía una familia de cuatro: Tomás, la hermana mayor, Sofía, que siempre tenía una sonrisa, Pablo, el travieso, y sus padres, Doña Clara y Don Miguel. En ese lugar mágico, los padres siempre enseñaban a sus hijos sobre el valor de la responsabilidad y la obediencia.
Un día, Doña Clara decidió que era hora de cuidar el jardín familiar, un espacio lleno de flores coloridas que siempre estaban alegres. Ella dijo, "Chicos, vamos a arreglar el jardín hoy para que sigamos disfrutándolo."
"¡Pero mamá! Prefiero ir a jugar al parque con mis amigos. ¡Es mucho más divertido!" protestó Pablo, saltando de un pie al otro mientras esperaba la respuesta de su madre.
"Yo también prefiero el parque, mamá," agregó Tomás, echando un vistazo a la ventana donde sus amigos jugaban a la pelota.
Doña Clara, con una sonrisa comprensiva, insistió, "Jugar es muy divertido, pero también es importante cuidar lo que amamos. Además, si todos ayudamos, el trabajo será más rápido y después podremos ir al parque juntos."
Los niños, sin embargo, aún estaban desanimados. Sofía, con su eterna sonrisa, trató de alentar a sus hermanos: "Chicos, ¡podemos hacer que esto sea divertido! Competiremos a ver quién recoge más flores."
"¡Eso está bien! Pero solo si prometen que después iremos al parque," gritó Pablo, y todos estuvieron de acuerdo. Entonces, mientras recolectaban flores y regaban el jardín, comenzaron a notar algo extraño: las plantas empezaban a susurrar.
"¡Mamá! ¡Las flores están hablando!" exclamó Sofía, asombrada por lo que sucedía. Todos prestaron atención y comenzaron a escuchar palabras suaves que salían de las flores.
"Por favor, cuéntenos más sobre los colores y su brillo, que se siente tan bonito junto a ustedes," dijeron, sonando como una melodía.
Enseguida, la madre les explicó: "Ellas están felices porque las están cuidando. Cuando amamos lo que tenemos, crecen fuertes y hermosas."
Intrigados por las flores habladoras, los niños se pusieron a trabajar con más energía. Al finalizar, el jardín estaba más hermoso que nunca y la alegría de las flores era contagiosa.
"Ahora que terminamos, ¡vamos al parque!" exclamó Tomás, saltando de emoción. Todos se dirigieron al parque después de un día de trabajo.
Al llegar, se encontraron con sus amigos y, mientras jugaban, comenzaron a contarles sobre el jardín mágico. Uno de sus amigos, Julián, preguntó: "¿Qué es lo más valioso de cuidar un jardín?"
Pablo, intentando impresionar, respondió: "Que las flores hablan cuando lo cuidas."
Pero Sofía recordó lo que habían aprendido y sostuvo: "Creo que es entender la importancia de cuidar lo que amamos, y que eso nos trae felicidad a todos."
Mientras jugaban, una sensación de orgullo envolvió a los hermanos. Habían dejado de lado su desobediencia y aprendido el valor de la responsabilidad.
Al caer el sol, regresaron a casa contentos y cansados.
"Mamá, hoy aprendimos que cuidar nuestro jardín fue mucho más divertido de lo que pensábamos. ¡Las flores son mágicas!" dijo Tomás, mientras Doña Clara los abrazaba con amor.
Don Miguel añadió, "Y recordar que la obediencia a veces puede llevarnos a aventuras inesperadas, ¿no?" mientras todos sonreían, sintiendo que habían crecido un poquito más ese día.
Así, los niños de Colorín aprendieron que, aunque a veces desobedecer parezca la mejor opción, cumplir con nuestras responsabilidades puede abrirnos la puerta a experiencias maravillosas. El jardín, lleno de flores y alegría, se convirtió en su lugar favorito y en un símbolo del amor y la dedicación de cada uno de ellos.
FIN.