El Jardín de los Sueños
Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus sonrisas. Pero a medida que los días pasaban, Sofía decidió que, en lugar de dejarse llevar por el miedo, buscaría algo que iluminara su vida. Un día, mientras paseaba por su pueblo, escuchó un murmullo proveniente de un gran portón de madera.
- ¡Hola! - dijo una vocecita que salía de detrás del portón.
Sofía se asomó y vio a una niña de cabello rizado y una sonrisa traviesa. - Mi nombre es Lola, ¿querés jugar en mi jardín?
Curiosa, Sofía aceptó y Lola la condujo a un lugar que parecía sacado de un cuento. Flores de todos los colores brillaban bajo la luz del sol y mariposas danzaban en el aire.
- Este es el Jardín de los Sueños - explicó Lola -. Aquí, todos pueden ser quienes realmente son.
Sofía sintió un estremecimiento. - ¿De verdad?
- Sí, pero tenés que dejar tus miedos afuera - insistió Lola.
Sofía miró hacia el portón, su mente llena de dudas. Pero después de un momento de reflexión, respiró hondo y se dio cuenta de que quería intentarlo.
- Entonces, ¡vamos! - exclamó.
A medida que exploraban, cada flor parecía tener una historia. - Mirá esa rosa, - dijo Lola. - Es la Flor de la Amistad. A veces, es difícil encontrar amigos, pero cuando lo hacés, siempre hay luz.
Sofía pensó en su propia vida. Estaba tan ocupada tratando de ser perfecta, que había olvidado lo que era tener amigos. Al caer la tarde, un viento suave llevó una nube oscura por el jardín. Sofía se asustó.
- ¿Y si se va el jardín? - preguntó con temor.
Lola la miró y sonrió - El jardín siempre estará aquí, Sofía. Solo tenés que cuidarlo desde adentro.
La nube se disipó, y flotaron burbujas de colores alrededor de ellas. Sofía sonrió genuinamente por primera vez en mucho tiempo.
- ¡Mirá! - gritó entusiasmada -. ¡Son burbujas de alegría!
Con cada burbuja que reventaban, Sofía se sentía más ligera. - Te voy a contar un secreto - dijo Lola, acercándose. - La valentía no es la ausencia de miedo, es seguir adelante a pesar de él.
Esa noche, Sofía volvió a casa con un abrigo de confianza. Había aprendido a jugar, a reír y a compartir sus sueños con alguien más.
El jardín de los sueños jamás se iría, siempre estaría dentro de ella, llevándola a enfrentar cualquier desafío.
Y así, Sofía transformó su luna de miel en un bello viaje hacia la amistad y la valentía.
FIN.