El Jardín Mágico de la Tierra



Había una vez, en un pequeño pueblo argentino, un jardín muy especial que solo aparecía cada vez que alguien creía firmemente en la magia de la naturaleza. Este jardín, conocido como el Jardín Mágico de la Tierra, era un lugar donde las plantas hablaban, los animales cantaban y cada rincón estaba lleno de colores vibrantes.

Una mañana, dos amigos, Sofía y Mateo, decidieron explorar los campos que rodeaban su hogar. Sofía, una niña curiosa de diez años, siempre soñaba con aventuras mágicas. Mateo, su mejor amigo, era un poco más cauteloso, pero estaba dispuesto a seguirla en cualquier locura.

"¿Y si encontramos un lugar secreto?", sugirió Sofía, mientras sus ojos brillaban con emoción.

"No sé, Sofi, quizás no deberíamos alejarnos tanto", contestó Mateo con dudas.

Pero la curiosidad de Sofía fue más fuerte. Al caminar y caminar, llegaron a un claro donde los árboles se entrelazaban formando un arco.

"Mirá, Mateo, este lugar es perfecto", dijo Sofía mientras se adentraban más. De pronto, el viento susurró entre las hojas y las flores comenzaron a abrirse de una manera increíble.

"¿Ves eso?", preguntó Sofía emocionada.

Mateo no podía creer lo que estaba sucediendo. Al dar un paso más, una enorme flor de colores brillantes se inclinó hacia ellos.

"¡Bienvenidos al Jardín Mágico de la Tierra!", exclamó la flor con una voz melodiosa.

"¡Esto es increíble!", gritó Sofía.

"¿Podemos quedarnos?", preguntó Mateo, impresionado.

La flor les explicó que el jardín tenía un deseo de cuidar la naturaleza y que solo aquellos que creían en su magia podían visitarlo. Así que, mientras estaban allí, los invitaron a conocer a sus amigos, los animales del jardín.

En el primer encuentro, conocieron a un pequeño burro llamado Lucho, que siempre estaba preocupado por no encontrar suficientes hojas para comer.

"Hay que ayudarlo, Sofi", sugirió Mateo. Sofía asintió y propuso buscar hojas frescas.

"¡Sí! Vamos a hacer una búsqueda", dijo Sofía. Juntos, encontraron un árbol lleno de hojas jugosas y regresaron con Lucho.

- “¡Gracias, amigos! Nunca había comido algo así”, dijo Lucho con una gran sonrisa.

Luego, se encontraron con una tortuga llamada Tini, quien se sentía muy triste porque sus amigos siempre la dejaban atrás en las carreras.

"No puedo correr tan rápido como ellos", se lamentó Tini.

"Cada uno tiene su propio ritmo", le explicó Mateo. "Tal vez podamos crear un juego donde todos sean parte del mismo equipo".

"¿Cómo sería eso?", preguntó Tini con curiosidad.

Sofía empezó a idear un juego, un recorrido donde cada uno debía aportar sus habilidades. Así, juntos crearon un torneo de obstáculos. Cada animal encontró una manera de contribuir: el más veloz, el más ágil, y hasta Lucho hizo su parte trayendo hojas que servían de pistas.

Cuando anunciaron el inicio del juego, todos estaban felices, incluso Tini, que descubrió que su calma y paciencia eran la clave para ayudar a través del recorrido.

"¡Soy parte del equipo!", gritó feliz mientras ganaban una carrera juntos.

Pasaron el día disfrutando de la magia del jardín, aprendiendo sobre la importancia de trabajar juntos, así como del cuidado del medio ambiente. Sin embargo, a medida que el cielo se oscurecía, la flor les advirtió que debían regresar a casa antes de que el jardín desapareciera.

"¿Qué sucede si no volvemos a tiempo?", preguntó Mateo, un poco inquieto.

"El jardín solo aparece para aquellos que creen en la magia del cuidado de la Tierra. Si no regresan, olvidarán lo que han aprendido. El jardín se desvanecerá hasta su próxima visita", respondió la flor.

"¡No, no queremos olvidar!", dijo Sofía alarmada.

"Vamos, Mateo, sígueme", ordenó Sofía mientras corría hacia el arco entre los árboles.

Lograron cruzar a tiempo y, al hacerlo, el jardín comenzó a desvanecerse lentamente. Sin embargo, Sofía y Mateo se sintieron agradecidos por la experiencia y los amigos que habían hecho.

"Nunca olvidaré lo que aprendí aquí. ¡Ayudemos a la Tierra!", exclamó Sofía mientras el jardín desaparecía.

"Yo tampoco. Prometamos cuidar de nuestro entorno en casa", acordó Mateo.

Desde ese día, Sofía y Mateo se convirtieron en defensores del medio ambiente en su pueblo. Plantaron árboles, limpiaron ríos y enseñaron a otros sobre la importancia de cada planta y animal. Cada vez que hacían algo bueno por la Tierra, siempre sentían que un pedacito de magia los acompañaba, recordándoles su aventura en el Jardín Mágico de la Tierra.

FIN.

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