El kiosco de Azúcar Valentina



Había una vez en una bulliciosa ciudad llamada Azúcar Valentina, un pequeño kiosco que era conocido por sus deliciosos dulces y la amabilidad de su dueña, una anciana llamada Doña Pancha. Cada mañana, Doña Pancha abría las puertas de su kiosco de color azul brillante, donde había caramelos, golosinas y sorpresas por doquier. Los niños de la ciudad siempre estaban felices de visitar el kiosco después de la escuela.

Un día, un niño llamado Nico pasó por delante del kiosco y vio a Doña Pancha acomodando unos tarros de caramelos.

"Hola, Doña Pancha, ¿qué tiene hoy de nuevo?" - preguntó Nico, con los ojos brillando de emoción.

"¡Hola, Nico! Hoy tengo caramelos nuevos que brillan como estrellas. ¡Vení a probarlos!" - respondió Doña Pancha con una sonrisa.

Nico entró al kiosco y examinó las golosinas. Pero de repente, notó que algo extraño ocurría. La puerta del kiosco se cerró de golpe y comenzó a brillar intensamente.

"¿Qué está pasando?" - gritó Nico sorprendido.

"No te asustes, querido. Esta es una puerta mágica que a veces se activa cuando alguien sincero y con buen corazón está aquí" - explicó Doña Pancha.

Nico se paró boquiabierto mientras el brillo envolvía todo el lugar. De repente, apareció una criatura pequeña y divertida, con grandes ojos color esmeralda. Era un Pixie llamado Brillo.

"¡Hola! Soy Brillo, el guardián de este kiosco. Cada vez que hay un corazón puro, se abre la puerta de la aventura" - dijo Brillo volando alrededor de Nico.

"¿Aventura? ¡Qué emocionante!" - exclamó Nico entusiasmado.

"Sí, pero necesitas ayudarme. La dulzura de esta ciudad se está desvaneciendo y necesitamos recuperar los ‘caramelos de la amistad’ que han sido robados por el Ogre Gruñón que vive en el Bosque de la Tristeza" - explicó Brillo.

Sin dudarlo, Nico aceptó la misión. Junto a Brillo y Doña Pancha, quien decidió unirse a ellos, partieron hacia el bosque. Después de atravesar un sendero lleno de dulces en el aire, llegaron a la morada del Ogre Gruñón, que era un monstruo enorme y animal, con una expresión feroz en su rostro.

"¿Quién se atreve a venir a mi casa?" - gruñó el Ogre con voz profunda.

"¡Soy Nico y he venido a recuperar los caramelos de la amistad!" - respondió el niño con valentía, aunque su voz temblaba un poco.

"¿Amistad? ¡No me importa!" - dijo el Ogre despectivamente.

Pero cuando Doña Pancha comenzó a hablar, su voz dulce trajo un cambio en el aire.

"Querido Ogre, ¿alguna vez has probado la amistad?" - preguntó Doña Pancha con suavidad.

El Ogre se sorprendió, y aunque su rostro seguía siendo de enojo, una pequeña chispa de curiosidad brilló en sus ojos.

"No... nunca he tenido amigos. Nadie quiere estar conmigo!" - confesó con un tono de tristeza.

Nico, movido por la pena, se le ocurrió una idea:

"¡Podríamos ser tus amigos! Solo si nos devuelves los caramelos de la amistad, y luego podrás compartirlos con nosotros" - propuso Nico entusiasmado.

"¿De verdad? ¿Quisieran ser mis amigos?" - preguntó el Ogre, dudando.

"¡Claro! Podemos hacer una gran fiesta y compartir dulces juntos" - dijo Brillo.

El Ogre se puso a pensar. Después de un momento que pareció eterno, decidió ceder.

"Está bien, aquí están los caramelos de la amistad" - dijo el Ogre, mientras les entregaba un bonito frasco lleno de dulces.

Todos celebraron con risas y alegría. A partir de ese día, el Ogre Gruñón se unió al grupo y aprendió el verdadero significado de la amistad. Con cada caramelo compartido, la dulzura regresaba a la ciudad de Azúcar Valentina.

Finalmente, regresaron al kiosco, donde Doña Pancha organizó una gran fiesta para todos, incluidos los niños de la ciudad y el Ogre.

"Gracias a todos, ¡hoy celebramos la amistad!" - dijo Doña Pancha, mientras brindaban todos juntos.

Desde ese día, el kiosco de Doña Pancha no solo vendía dulces, sino que también era un lugar donde la amistad crecía y se compartía todos los días, haciendo de Azúcar Valentina, la ciudad más dulce de todas.

Y así, Nico aprendió que una acción valiente y un corazón sincero pueden cambiar el mundo, y que la verdadera dulzura de la vida está en la amistad.

Fin.

FIN.

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