El lápiz encantado de Enfad
Enfad era una joven creativa y soñadora que vivía en un pequeño pueblo rodeado de naturaleza.
Desde muy pequeña le apasionaba escribir historias y cuentos maravillosos, pero siempre le faltaba algo para que sus relatos fueran realmente mágicos: un lápiz especial que le permitiera plasmar toda su imaginación en papel. Un día, Enfad escuchó hablar sobre un lápiz mágico que se encontraba escondido en el corazón de un bosque encantado, custodiado por brujas malvadas y duendes traviesos.
A pesar del peligro que suponía adentrarse en ese lugar, Enfad decidió emprender la aventura para encontrar ese preciado tesoro. Con valentía y determinación, Enfad se adentró en el bosque encantado.
A medida que avanzaba, se encontró con criaturas fantásticas que intentaban detenerla en su camino. Las brujas lanzaban hechizos oscuros y los duendes juguetones le gastaban bromas pesadas, pero Enfad no se dejaba intimidar. -¡No me detendrán! -exclamaba Enfad con firmeza mientras esquivaba las trampas del bosque.
Después de sortear numerosos obstáculos y desafíos, finalmente llegó al centro del bosque donde se hallaba el lápiz mágico resplandeciente. Sin embargo, antes de poder tomarlo, una bruja anciana apareció frente a ella.
-¿Qué haces aquí, joven escritora? Este lápiz solo puede ser tuyo si demuestras tu valía superando mi desafío -dijo la bruja con voz grave. Sin dudarlo, Enfad aceptó el reto de la bruja.
Esta le propuso escribir una historia capaz de despertar emociones sinceras en aquellos que la escucharan. Concentrando todo su talento y pasión por la escritura, Enfad comenzó a narrar una historia emotiva llena de amor, amistad y valentía.
Las palabras fluían como magia de su pluma hasta llenar el aire con susurros envolventes. Al terminar su relato, los ojos de la bruja brillaron con admiración y orgullo. -Eres digna de llevar este lápiz mágico contigo.
Que tus historias sigan inspirando a otros como lo has hecho conmigo -dijo la bruja entregándole el ansiado objeto. Emocionada y agradecida, Enfad regresó al pueblo con su nuevo tesoro en mano.
A partir de entonces, sus historias cobraron vida gracias al poder del lápiz mágico; cada cuento era más cautivador y asombroso que el anterior. Desde ese día, Enfad aprendió que los mayores tesoros no se encuentran fuera sino dentro de uno mismo: en su valentía para enfrentar desafíos
FIN.