El lobo y el conejo
Había una vez, en el corazón de un frondoso bosque, un pequeño lobo llamado Lúpulo. Aunque era el más pequeño de su manada, siempre se destacaba por ser travieso y curioso.
Un día, mientras caminaba por el bosque, Lúpulo vio una hermosa canasta llena de deliciosas manzanas rojas. Lúpulo no pudo resistirse a la tentación y decidió tomar una manzana para sí mismo.
"-Estoy seguro de que nadie se dará cuenta si tomo solo una", pensó Lúpulo justificándose a sí mismo. Pero lo que Lúpulo no sabía era que estaba siendo observado por Don Conejo, un sabio animal del bosque. Don Conejo conocía la travesura de Lúpulo y decidió enseñarle una lección valiosa.
Se acercó sigilosamente al pequeño lobo y dijo: "-Hola, Lúpulo. Veo que te gustan las manzanas". Lúpulo se sorprendió al ver a Don Conejo allí y tartamudeó: "-Sí... me gustan mucho".
Don Conejo sonrió amablemente y continuó: "-Robar no está bien, querido amigo. Las cosas buenas vienen cuando uno es honesto y respetuoso con los demás". Lúpulo bajó la cabeza avergonzado y dijo: "-Lo siento mucho, Don Conejo. No volverá a ocurrir".
Don Conejo asintió con satisfacción y le explicó al pequeño lobo cómo sus acciones afectaban a otros animales del bosque. Le habló sobre la importancia de compartir y ser justo. Lúpulo escuchaba atentamente cada palabra, sintiendo arrepentimiento en su corazón.
Al día siguiente, Lúpulo decidió disculparse con el dueño de las manzanas. Se dirigió a la granja del señor Ovejero y le explicó lo que había hecho.
El señor Ovejero, aunque sorprendido por la confesión de Lúpulo, apreció su valentía y sinceridad. El señor Ovejero sonrió y dijo: "-Lúpulo, has dado un primer paso importante al reconocer tu error. Agradezco tu honestidad y te perdono".
Luego de recibir el perdón del señor Ovejero, Lúpulo sintió una enorme carga levantarse de sus hombros. Desde ese día, prometió nunca más robar ni hacer daño a nadie. Con el tiempo, Lúpulo se convirtió en un lobo respetado por todos los animales del bosque.
Ayudaba a los más pequeños a encontrar comida y siempre estaba dispuesto a compartir sus descubrimientos con los demás. La historia de cómo Lúpulo aprendió su lección se extendió por todo el bosque y sirvió como ejemplo para otros animales traviesos.
Todos aprendieron que las acciones tienen consecuencias y que es mejor ser honesto y respetuoso con los demás. Desde aquel día, tanto Don Conejo como Lúpulo compartieron una amistad especial basada en la enseñanza mutua.
Juntos demostraron que incluso cuando cometemos errores, podemos aprender de ellos y convertirnos en mejores versiones de nosotros mismos. Y así, Lúpulo el pequeño lobo travieso se convirtió en un ejemplo de honestidad y respeto para todos los animales del bosque.
El bosque estaba lleno de alegría y armonía gracias a la lección que Lúpulo había aprendido.
FIN.