El niño que encontró la alegría


Había una vez un niño llamado Roberto, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas y campos verdes. Roberto era curioso y siempre estaba buscando nuevas aventuras.

Un día, mientras caminaba por el parque del pueblo, vio a un grupo de niños jugando al fútbol. Roberto se acercó emocionado y gritó: "¡Hola! ¡Digo Roberto!" Pero los niños no parecieron escucharlo y continuaron con su juego sin prestarle atención.

Roberto se sintió triste y desanimado, pero decidió no dejar que eso lo detuviera. Siguió caminando hasta llegar a la biblioteca del pueblo, donde encontró a una señora leyendo en voz alta para los niños. "-Hola", dijo Roberto tímidamente.

La señora levantó la mirada y le sonrió amablemente. "¡Hola! ¿En qué puedo ayudarte?"Roberto le contó lo ocurrido en el parque y cómo nadie le había respondido cuando les saludó. La señora comprendió su frustración e intento consolarlo.

"-A veces las personas están tan ocupadas con sus cosas que no prestan atención a los demás", explicó la señora. "-Pero eso no significa que debas rendirte o sentirte mal contigo mismo. Siempre habrá alguien dispuesto a escucharte.

"Las palabras de la señora resonaron en el corazón de Roberto y decidieron seguir adelante con una nueva actitud positiva. Decidió buscar otras formas de hacer amigos y compartir su energía entusiasta con aquellos dispuestos a recibirlo.

Un día, mientras paseaba por el mercado del pueblo, vio a un anciano sentado en un banco, solo y triste. Roberto se acercó y le dijo: "-¡Hola! ¿Cómo estás?"El anciano levantó la mirada sorprendido y sonrió al ver a Roberto. "-Hola, joven.

Estoy un poco triste hoy", respondió el anciano. Roberto decidió quedarse con él y escuchar su historia. El anciano le contó sobre su soledad desde que perdió a su esposa hace muchos años.

Roberto sintió compasión por el anciano y decidió ayudarlo a superar su tristeza. Pasaron días juntos, compartiendo historias, risas y momentos especiales. Un día, mientras caminaban por el parque del pueblo, vieron a los mismos niños jugando al fútbol nuevamente.

Esta vez, Roberto no dudó en acercarse y saludarlos. "-¡Hola! ¡Digo Roberto!" gritó con entusiasmo. Los niños se detuvieron sorprendidos y esta vez sí lo escucharon.

Uno de ellos se acercó a Roberto y le preguntó: "¿Quieres jugar con nosotros?"Roberto aceptó emocionado la invitación y pronto se hizo amigo de todos los niños del pueblo. A partir de ese día, siempre fue bienvenido en sus juegos y actividades.

La historia de Roberto enseña una valiosa lección: nunca debemos dejar que las experiencias negativas nos desanimen o nos hagan sentir menos valiosos. Siempre habrá personas dispuestas a escucharnos y hacernos sentir queridos si tenemos la determinación de seguir adelante.

Desde aquel día, cada vez que alguien no respondía cuando él decía "Hola digo Roberto", él simplemente sonreía y seguía adelante, sabiendo que había muchas más personas dispuestas a escucharlo y ser sus amigos. Y así, Roberto vivió aventuras maravillosas rodeado de amor y amistad en su pequeño pueblo.

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