El niño valiente y el arcoíris doble



Había una vez un pequeño niño llamado Mateo. Mateo vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos campos verdes y montañas majestuosas. Pero lo que hacía especial a este pueblo era la lluvia, siempre había mucha lluvia.

Un día muy lluvioso, cuando el cielo estaba gris y las nubes negras cubrían el sol, Mateo decidió aventurarse fuera de su casa con su paraguas amarillo brillante.

Aunque todos los demás niños se quedaban dentro jugando videojuegos o viendo televisión, Mateo sabía que la lluvia podía ser divertida si uno se lo proponía. Caminando por las calles mojadas, Mateo escuchó un ruido extraño proveniente de un callejón cercano.

Se acercó sigilosamente y vio a una pequeña tortuga atrapada en medio del agua acumulada. Sin pensarlo dos veces, corrió hacia ella y la rescató. La tortuga miró a Mateo con gratitud y le dijo: "¡Gracias por salvarme! Me llamo Tomás".

Desde ese momento, Tomás se convirtió en el mejor amigo de Mateo. Ambos exploraron juntos bajo la lluvia durante horas. Saltaron charcos gigantes, hicieron barquitos de papel para navegar por los riachuelos temporales y construyeron castillos de arena en medio del aguacero.

De repente, mientras estaban saltando charcos cerca del río, vieron algo asombroso: ¡un arcoíris doble apareció en el cielo! Los colores vibrantes llenaron sus corazones de alegría y asombro. "¡Mira, Tomás! ¡Es un arcoíris doble!", exclamó Mateo emocionado.

Tomás sonrió y dijo: "Dicen que los arcoíris dobles traen buena suerte". Eso dio una idea a Mateo. Recordó que en el pueblo había un anciano llamado Don Manuel, quien siempre se sentaba en su porche mirando la lluvia con melancolía.

A pesar de vivir rodeado de tanta belleza natural, Don Manuel parecía triste y solitario. Mateo decidió compartir su buena suerte con Don Manuel.

Corrió hasta la casa del anciano sosteniendo el paraguas amarillo brillante y gritando: "Don Manuel, don Manuel, ¡mire lo que traje para usted!"Don Manuel salió al porche confundido pero curioso. Al ver el arcoíris doble en el cielo, sus ojos se iluminaron de alegría.

"¡Oh mi querido niño! No puedo recordar la última vez que vi un arcoíris doble", dijo emocionado. Mateo le explicó cómo había rescatado a Tomás y cómo juntos habían encontrado ese hermoso regalo del cielo. Desde ese día, Mateo visitaba regularmente a Don Manuel durante las lluvias.

Juntos conversaban sobre los colores del arcoíris y compartían historias divertidas bajo la lluvia. La tristeza de Don Manuel desapareció poco a poco gracias a la compañía de Mateo y las maravillas que descubrían juntos bajo la lluvia.

El pequeño gesto de amabilidad de Mateo no solo trajo alegría a Don Manuel, sino que también enseñó a todos en el pueblo la importancia de compartir y cuidar el uno del otro.

Pronto, los niños del pueblo comenzaron a aventurarse fuera bajo la lluvia para explorar y disfrutar de la belleza que esta les ofrecía. Y así, gracias a un día muy lluvioso y un niño valiente llamado Mateo, el pequeño pueblo se llenó de risas y felicidad cada vez que llovía.

Porque descubrieron que incluso en los días más oscuros y grises, siempre hay algo hermoso por descubrir si solo nos atrevemos a salir y buscarlo.

FIN.

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