El Oso y la Miel Perdida



En un frondoso bosque vivía un oso llamado Bruno. Bruno era un oso grandote y animal al que le encantaba comer miel. Cada mañana se despertaba con el anhelo de encontrar el dulce manjar que tanto le gustaba.

Un día, mientras exploraba el bosque, Bruno olfateó un delicioso aroma que provenía de un claro.

"¡Mmm, eso huele a miel!" - exclamó Bruno, lleno de emoción.

Siguió el olor hasta que encontró un enorme panal colgado de un árbol. Su estómago rugió como un trueno y se relamió los labios.

"¡Voy a comer un poco de miel!" - dijo con entusiasmo.

Bruno se trepó al árbol, pero al llegar cerca del panal, se dio cuenta de que estaba muy alto. Miró hacia abajo y se sintió un poco asustado.

"Quizás pueda usar una rama para alcanzarlo" - pensó Bruno. Así que buscó una rama larga y la utilizó para intentar llevarse un poco de miel.

Mientras intentaba, una pequeña abejita llamada Bella se acercó y lo miró con curiosidad.

"¿Qué hacés, oso?" - preguntó Bella.

"Estoy intentando alcanzar ese panal de miel, ¡me vuelve loco!" - respondió Bruno.

"Si tanto te gusta la miel, ¿no creés que deberías pedir ayuda?" - sugirió Bella amablemente.

Bruno frunció el ceño, no quería admitir que necesitaba ayuda.

"No, yo puedo hacerlo solo" - dijo con determinación.

Pero después de varios intentos fallidos y tras casi caerse del árbol, Bruno empezó a reconsiderar la idea de pedir ayuda.

"Está bien, Bella. ¿Me ayudarías a alcanzar la miel?" - pidió tímidamente.

"Claro, Bruno. Pero necesitamos la ayuda de mis amigas abejas" - respondió Bella con una sonrisa.

Bella voló a convocar a sus amigas, que rápidamente llegaron al lugar. Juntas, formaron una pequeña cadena en el aire.

"¡Agárrate fuerte, Bruno!" - le gritó Bella. Las abejas comenzaron a mover sus alas en perfecta sincronización, haciendo que Bruno subiese un poco más alto.

Con la ayuda de las abejas, Bruno logró alcanzar el panal y llenó sus patas con la miel dorada y pegajosa.

"¡Yujuu! ¡Lo logré!" - exclamó con alegría.

Pero en vez de comerse toda la miel, Bruno tuvo una idea.

"Chicas, ¡gracias por ayudarme! En vez de comerme todo esto solo, vamos a compartirlo. Ustedes trabajaron durísimo para hacerlo" - dijo Bruno generoso.

Las abejas sonrieron y comenzaron a reírse felices.

"¡Eres un gran oso, Bruno!" - dijeron.

Así que esos tres amigos se sentaron bajo el gran árbol y disfrutaron de la deliciosa miel juntos. Desde aquel día, Bruno aprendió que pedir ayuda no era un signo de debilidad, sino una forma de unirse y compartir alegrías con los demás.

Y así, el oso y las abejas se hicieron grandes amigos, compartiendo muchas aventuras en el bosque mientras disfrutaban de la miel deliciosa en cada oportunidad que tenían.

FIN.

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