El perro que nos enseñó a amar


Nico y Cynthia estaban muy emocionados por su primer viaje juntos a Neuquén. Habían planeado todo con anticipación, desde la ruta hasta el lugar donde se hospedarían.

Después de 19 horas de viaje en auto, finalmente llegaron a su destino. Pero para su sorpresa, los padres de Nico también habían decidido ir al mismo lugar que ellos para disfrutar de unas vacaciones en familia.

A pesar del pequeño contratiempo, Nico y Cynthia decidieron hacer lo mejor posible de sus vacaciones. Un día mientras paseaban por las calles del pueblo, encontraron a un perro abandonado en una esquina. El pobre animal estaba temblando y tenía hambre. Cynthia no pudo resistirse y decidió llevarlo consigo al hotel.

"¿Qué haremos con él?" preguntó Nico preocupado por las posibles consecuencias de tener un perro en el hotel. "Lo cuidaremos como si fuera nuestro", respondió Cynthia con una gran sonrisa en el rostro.

Decidieron nombrarlo Lacar, en honor al lago homónimo que visitarían más adelante durante su viaje. Lacar rápidamente se adaptó a su nueva vida junto a Nico y Cynthia. Era un perro cariñoso y juguetón que llenaba sus días de alegría.

Un día mientras hacían una caminata cerca del lago Lacar, vieron un grupo de niños jugando con sus mascotas. A Lacar le encantaba jugar con otros perros así que corrió hacia ellos dejando atrás a Nico y Cynthia.

Cuando llegaron al grupo vieron que uno de los niños tenía miedo de acercarse porque era alérgico a los perros. Lacar se dio cuenta de la situación y se acercó al niño, dejando que lo acariciara sin causarle ninguna reacción alérgica.

"¡Es increíble cómo los animales pueden ser tan comprensivos y empáticos!" exclamó Cynthia emocionada. Nico y Cynthia aprendieron una gran lección gracias a Lacar: no importa cuán diferentes somos, siempre podemos encontrar una manera de conectarnos con los demás.

Y así fue como este pequeño perro abandonado les enseñó que el amor y la empatía no tienen límites.

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