El Puente del Amistad



En un hermoso bosque, lleno de altos árboles, flores de mil colores y el murmullo de un río que serpenteaba por el medio, vivían dos lobos muy especiales. Félix, un lobo de pelaje gris oscuro, habitaba en el lado norte del bosque, mientras que Luna, con su dorado y brillante pelaje, se encontraba en el lado sur. El río, profundo y caudaloso, los mantenía separados, pero también guardaba un misterio.

Un día, mientras Félix buscaba bayas cerca del río, vio a Luna al otro lado. Ella estaba recogiendo flores y, de repente, sus miradas se cruzaron. Ambos sintieron una chispa de curiosidad y decidieron hablar.

"Hola! Soy Félix,¿Quién sos?" - dijo Félix, moviendo la cola emocionado.

"Hola, Félix. Soy Luna, ¡qué lindo que es conocerte!" - respondió ella con una sonrisa.

Se hicieron amigos rápidamente, intercambiando historias sobre sus vidas en lados opuestos del río. Pero había un problema: el río no solo los separaba físicamente, sino que también impedía que se visitaran. Félix miraba las flores que Luna recogía con desear poder verlas más de cerca, mientras que Luna anhelaba conocer los altos árboles que llenaban el bosque de Félix.

Esa noche, Félix no pudo dormir. Tenía una idea brillante, pero era arriesgada. Al día siguiente, lo pensó y decidió ejecutarlo. Reunió a todos sus amigos del bosque para explicarles su plan.

"¡Escuchen! ¡Quiero construir un puente!" - exclamó Félix con entusiasmo.

Los otros animales del bosque se miraron entre sí con sorpresa.

"Pero Félix, el río es muy profundo y caudaloso. No será fácil," - comentó una ardilla.

"Yo lo sé, pero si no lo intentamos, nunca podremos jugar juntos a Luna. ¿Alguien se suma?" - insistió Félix.

Unos valientes y entusiastas animales decidieron acompañarlo en su aventura. Juntos, comenzaron a recolectar ramas y troncos que caían de los árboles. Saltando y riendo, trabajaron todo el día. La ardilla, el ciervo, el zorro y hasta un grupo de pájaros ayudaron a Félix. Con pasión y esfuerzo, empezaron a ver que su sueño tomaba forma.

Mientras tanto, Luna veía desde su lado del río, asombrada por todo lo que estaba pasando.

"¿Qué estarán haciendo?" - se preguntó a sí misma con una sonrisa, sintiendo un cosquilleo de alegría.

Después de días de esfuerzo, el puente finalmente estaba listo. Era un puente hecho con amor y amistad. Félix fue el primero en cruzarlo, su corazón latía de emoción. Cuando llegó al otro lado, su pelaje brillaba a la luz del sol, con una sonrisa tan grande que podía iluminar el bosque.

"¡Luna! ¡Ya te puedo ver!" - gritó, saltando de alegría.

Luna corrió hacia él, sus ojos relucían de felicidad.

"¡Félix! ¡Lo lograste! Este puente es maravilloso. Ahora podemos jugar juntos siempre que queramos" - exclamó, abrazando a su nuevo amigo.

Entonces, empezaron a celebrar. Jugaron, corrieron y compartieron historias y risas de un lado a otro del puente. Todos los animales del bosque se unieron a la fiesta. Pero lo más importante es que entendieron que, trabajando juntos y creyendo en sus sueños, podían superar cualquier obstáculo.

A partir de ese día, Félix y Luna no solo cruzaron el puente, sino que lo decoraron con flores y luces. Se convirtió en un símbolo de la amistad y de cómo, a pesar de las diferencias, siempre hay un camino para unirse.

Y así, el hermoso bosque se llenó de risas todos los días, gracias a la valentía de un lobo que soñó con un puente y a todos los amigos que lo ayudaron a hacerlo realidad.

FIN.

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