El Rey de la Selva



Había una vez, en un frondoso bosque, un grupo de animales que se reunía cada semana para hablar de sus pensamientos y preocupaciones. Un día, durante una de estas reuniones, la liebre se animó a plantear un tema que había estado dándole vueltas a su cabeza.

"Yo no creo que el león deba ser el rey de la selva. Es demasiado orgulloso y no se preocupa por los demás", dijo la liebre con su vocecita nerviosa.

Los demás animales, como la tortuga, los pájaros y el zorro, comenzaron a murmurar asintiendo.

"Es verdad. Siempre hace lo que quiere, y no piensa en nosotros", agregó el zorro, claramente entusiasmado por la conversación.

La tortuga, alzando su voz despacito, añadió: "Yo quiero que alguien más sea rey, alguien que nos escuche y nos valore."

Así, los animales decidieron que debía haber un nuevo rey, y que no sería el león. Decidieron organizar una competencia para encontrar al nuevo rey de la selva.

La noticia del concurso se esparció como el fuego en un campo seco. Todos los animales de la selva se emocionaron, listos para demostrar quién era el más apto para gobernar. Así, el día del gran evento, llegaron en tropel: el águila, el elefante, la cebra y hasta el pequeño ratón. Se prepararon en una amplia llanura, donde el sol brillaba intensamente.

El primer desafío fue la carrera. Todos los animales se colocaron al inicio.

"¡En sus marcas, listos, ya!" gritó un búho que había tomado el rol de juez.

La liebre, emocionada y rápida, salió disparada, seguida de cerca por el corredor experto, el jaguar. Sin embargo, en medio de la carrera, la liebre, confiada en su velocidad, se detuvo a descansar. Y eso fue su error: el jaguar pasó veloz y ganó.

Todos aplaudían al jaguar, que se mantuvo humilde.

"¡Gran trabajo, jaguar!", gritó el pájaro carpintero.

Luego, el segundo desafío fue el de la fuerza. El elefante se acercó a levantar troncos pesados.

"¡Soy el más fuerte, seré el rey!", proclamó el elefante con seguridad.

Pero al levantar un gran tronco, se dio cuenta de que no podía hacer mucho más. Cuando le llegó el turno a la cebra, con agilidad, logró empujar el tronco hacia un lado.

"Esto es más que sólo fuerza, se necesita estrategia", dijo la cebra.

Finalmente, llegó el último desafío: la sabiduría. Todos los animales debían responder preguntas sobre su selva. El león observaba desde un rincón, tranquilo y pensativo.

"¿Cómo ayudarías a un amigo en problemas?", preguntó el búho.

El ratón, un poco tímido, levantó la patita y dijo: "Puedo usar mi pequeño tamaño para entrar en lugares donde otros no pueden y ayudar a mis amigos a salir de allí. Así, seré un buen compañero".

Los demás animales quedaron impresionados por la respuesta.

Cuando llegó el turno del león, el búho le preguntó: "¿Por qué crees que deberías ser el rey?"

"Yo he aprendido que ser un buen rey no se trata solo de ser fuerte o rápido. Se trata de escuchar, de apoyar a los demás, y juntos construir una selva donde todos se sientan seguros y felices".

Los animales escucharon en silencio, meditando sobre lo que habían oído. Al final del día, se dieron cuenta de que el león había demostrado humildad y sabiduría.

Entonces, decidieron que, aunque el león había tenido sus errores, era necesario un rey que no sólo fuera fuerte, sino también comprensivo.

"Te elegimos, león, porque has demostrado que entiendes lo que significa ser un líder", dijeron.

El león, con una sonrisa, agradeció y prometió trabajar duro para ser el rey que todos merecían.

A partir de ese día, la selva fue un lugar donde todos los animales empezaron a colaborar, y donde el león se convirtió en un rey con un gran corazón. Así entendieron que la verdadera grandeza está en escuchar y cuidar de los demás.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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