El Salto de la Risa
Era un lindo día de sol cuando Luca y Sofía decidieron jugar en el patio de su casa. El césped aún estaba fresco por la mañana, y el aire olía a flores. Los dos amigos se brillaban los ojos de emoción por un nuevo juego que habían inventado: el 'Salto de la Risa'.
"¿Cómo se juega?" - preguntó Sofía, acomodándose la gorra de su equipo de fútbol favorito.
"Es fácil, mirá: tenemos que saltar lo más alto posible y cada vez que lo hagamos, debemos hacer un sonido loco" - explicó Luca, riendo.
"¡Eso suena divertido!" - exclamó Sofía mientras se preparaba para saltar.
Los dos comenzaron su juego, cada uno tomando turno para saltar. Sofía saltaba como una rana mientras hacía un sonido extraño que hacía reír a Luca.
"¡Salto de rana, salto de rana!" - gritó Sofía mientras aterrizaba en el césped.
"¡Ahora yo!" - respondió Luca, mientras se posicionaba.
"Voy a ser el pez volador: ¡glup, glup, glup!"
Luca saltó y agachó los brazos hacia adelante, como si un pez estuviera volando por los aires.
Ambos se reían y a medida que continuaban jugando, empezaron a pensar en movimientos más creativos. Las risas resonaban en el patio.
"¿Y si hacés el salto de la mariposa?" - sugirió Luca.
"¡Buena idea!" - dijo Sofía haciendo un movimiento de alas con sus brazos.
De repente, mientras se preparaban para un salto doble en el que pretendían ser astronautas flotando en el espacio, se escuchó un ruido fuerte.
"¿Qué fue eso?" - preguntó Sofía, mirando a su alrededor.
"No lo sé, pero parece que viene de la casa de la abuela Rosa" - dijo Luca, un poco preocupado.
Decidieron investigar. Los dos corrieron hacia la casa de la abuela Rosa, que vivía justo al lado. Al llegar, vieron una gran nube de humo salir por la ventana de la cocina.
"¡Abuela!" - gritaron a coro.
La abuela Rosa apareció en la puerta con una bandeja llena de galletas recién horneadas.
"¿Qué pasa, chicos?" - preguntó risueña.
"Vimos humo y pensamos que necesitabas ayuda" - respondió Sofía.
"No se preocupen, fue solo un pequeño descuido, dejé el horno encendido un poquito de más. ¡Pero miren estas galletas!"
Luca y Sofía se acercaron emocionados.
"¡Qué ricas!" - exclamó Luca, mientras se le hacía agua la boca.
"¿Pueden ayudarme a repartirlas a los vecinos? Tengo que pedirles disculpas por el susto" - pidió la abuela.
"¡Sí, claro!" - respondieron al unísono.
Los tres llenaron una canasta con galletas y comenzaron a caminar por el barrio. A cada vecino que visitaron, les hacían una pirueta o un salto divertido para alegrarles el día.
"¡Las abuelas son magníficas!" - dijo Sofía mientras una vecina reía por el salto que hizo.
"¡Y estas galletas son el mejor premio!" - agregó Luca, saboreando una.
Cuando terminaron de repartir todas las galletas, el cielo se empezó a oscurecer.
"¡Alto!" - gritó Sofía.
"¿Qué pasa ahora?" - preguntó Luca confundido.
"Es hora de hacer el último salto: ¡el salto del agradecimiento!"
Juntos, se tomaron de las manos y saltaron hacia el cielo, riendo y gritando "¡Gracias, gracias, gracias!"
Al caer al suelo, perdieron el equilibrio y cayeron juntos en la hierba.
"Eso fue un gran salto de la risa" - dijo Luca mientras ambos se reían sin parar.
"Sí, y todo empezó porque jugamos juntos en el patio" - concluyó Sofía.
Así que, mientras el sol se ocultaba detrás de las montañas, Luca y Sofía aprendieron que jugar y compartir con amigos siempre trae alegría y sorpresas maravillosas.
FIN.