El Sapo Valiente y el Misterioso Monstruo
Érase una vez, en un bosque espeso y verde, un sapo llamado Tito. Tito era un sapo curioso y lleno de energía, siempre dispuesto a explorar cada rincón de su hogar. Un día soleado, mientras saltaba de una hoja a otra, escuchó unos ruidos extraños. Eran como retumbos y ecos, pero también había una risa peculiar que no podía identificar.
"¿Qué será eso?" - pensó Tito, emocionado, mientras se acercaba cautelosamente al origen del sonido.
Al llegar a un claro, Tito vio a un gran monstruo de color púrpura que estaba vestido con una enorme capa de hojas. El monstruo tenía ojos grandes y redondos, y de su boca salían risitas y algún que otro rayo de luz que iluminaba el lugar. Pero lo que más sorprendió a Tito fue que el monstruo, al notar su presencia, le lanzó una piedra pequeña.
"¡Ay!" - gritó Tito, saltando hacia un lado. "¿Qué haces?"
"¡Oh, perdón!" - dijo el monstruo, sorprendido. "No quise asustarte, es que me estoy divirtiendo lanzando piedras. Pero… me parece que no puedo jugar solo."
Tito, aunque asustado, decidió acercarse y preguntar.
"¿Por qué lanzas piedras?" - preguntó Tito, intrigado. "¿No hay algo más divertido que hacer?"
"La verdad," - admitió el monstruo, "no tengo amigos en el bosque. Nadie quiere jugar conmigo porque piensan que soy un monstruo miedoso."
Tito sintió pena por el monstruo. Aunque parecía raro, no le daba miedo.
"Yo puedo ser tu amigo," - dijo Tito con valentía.
"¿En serio?" - preguntó el monstruo, con sorpresa en su voz.
"Claro, pero hay que encontrar un juego que no involucre lanzar piedras. ¿Te gusta correr?"
"No demasiado, soy un poco torpe para eso," - respondió el monstruo, triste de nuevo.
En ese momento, Tito pensó en algo.
"¿Y si hacemos un juego de búsqueda? Podemos buscar hojas de diferentes colores, o piedras de formas divertidas. Después podemos hacer una colorida pintura en la tierra con lo que encontremos. ¿Qué te parece?"
"¡Eso suena maravilloso!" - exclamó el monstruo, emocionado.
Así fue como Tito y el monstruo comenzaron su aventura. Alberto, que así se llamaba el monstruo, buscó hojas amarillas mientras que Tito encontró piedras en forma de estrella. Rieron y jugaron, dejando atrás la idea de que eran diferentes.
"Mirá esto, Tito!" - dijo Alberto sosteniendo una hoja roja. "¡Podemos hacer un sol con ella en la pintura!"
"¡Sí! Y yo también encontré una piedra que parece una nube," - respondió Tito.
Cuando terminaron, el bosque se llenó de colores y risas. Los otros animales, que antes miraban de lejos, comenzaron a acercarse, curiosos por el nuevo espectáculo. Al ver la diversión de Tito y Alberto, los demás decidieron unirse.
"¿Podemos jugar también?" - preguntó un pequeño conejo.
"¡Por supuesto! Cuantos más seamos, mejor!" - respondió Tito, feliz.
Con el tiempo, el miedoso monstruo se convirtió en el alma de la fiesta. A partir de ese día, Alberto nunca más sintió miedo a ser rechazado y Tito aprendió que, a veces, lo desconocido puede convertirse en una hermosa amistad.
Los animales del bosque formaron un gran círculo de amigos que se divertían juntos, haciendo talleres de arte. Y así, la risa y el juego unieron a todos, sin importar sus diferencias. Tito y Alberto se hicieron mejores amigos, y cada día exploraban juntos y descubrían nuevas aventuras en el mágico bosque.
Y así, el sapo valiente y el monstruo colorido enseñaron a todos que no hay que temer a lo desconocido; muchas veces, ahí se esconden grandes amistades.
Desde aquel día, el bosque nunca fue el mismo, porque Tito y Alberto demostraron que la amistad puede florecer en los lugares más inesperados.
FIN.