El Secreto de la Sabiduría



Gustavo era un niño curioso y creativo, le encantaba observar la naturaleza y preguntarse por qué las cosas eran como eran.

Aquella tarde, mientras miraba el cielo gris desde su jardín, se preguntaba por qué el sol no quería salir a iluminar su día. De repente, una mariposa amarilla revoloteó frente a él. Gustavo sonrió al verla y decidió seguirla. La mariposa lo llevó a través de un pequeño sendero en el bosque detrás de su casa.

Mientras caminaban, Gustavo notó que el bosque estaba lleno de vida a pesar del frío invierno. Los pájaros cantaban alegremente y los árboles se mecían suavemente con el viento.

De repente, la mariposa se detuvo frente a una piedra grande y redonda. Gustavo se acercó para examinarla y descubrió que tenía inscripciones talladas en ella. Las letras antiguas parecían formar palabras en un idioma desconocido para él.

"¿Qué será esto?", se preguntó Gustavo en voz alta. En ese momento, una voz suave resonó a su alrededor: "Es la Piedra de la Sabiduría, solo aquellos con mente abierta pueden descifrar sus secretos".

Gustavo miró a su alrededor pero no vio a nadie más que la mariposa posada sobre la piedra. "¿Cómo puedo descifrar los secretos de esta piedra?", preguntó Gustavo con curiosidad. La mariposa comenzó a batir sus alas lentamente mientras respondía: "Debes abrir tu corazón y dejar volar tu imaginación.

Solo así podrás entender lo que las palabras talladas quieren decirte". Gustavo cerró los ojos e intentó concentrarse en lo que sentía en ese momento. Dejó que sus pensamientos fluyeran libremente sin limitaciones ni prejuicios.

Poco a poco, las palabras talladas en la piedra comenzaron a cobrar sentido para él. Descubrió que cada palabra escrita hablaba sobre valores como la amistad, el respeto hacia los demás y la importancia de ser valiente ante los desafíos de la vida.

"¡Qué maravilloso!", exclamó Gustavo emocionado al comprender el mensaje oculto en la Piedra de la Sabiduría. La mariposa revoloteó felizmente alrededor de él antes de desaparecer entre los árboles del bosque.

Gustavo regresó corriendo a su casa con una sonrisa radiante en el rostro y un corazón lleno de inspiración. Desde ese día, Gustavo supo que siempre encontraría respuestas si aprendía a escuchar con atención lo que le decían su corazón y su imaginación.

FIN.

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