El Secreto de las Hadas en la Plaza



Había una vez dos hermanitas llamadas Eimy y Alyson, que estaban de visita en la casa de su abuela. Un día soleado, decidieron ir a jugar a la plaza que quedaba cerca.

Mientras jugaban en los columpios y toboganes, algo mágico sucedió. Eimy, la menor de las hermanas, notó unas luces brillantes que bailaban entre los árboles. Se acercó con curiosidad y descubrió que eran hadas mágicas que revoloteaban alegremente.

Las hadas tenían alas relucientes y vestidos coloridos, y solo Eimy podía verlas. - ¡Alyson! ¡Ven rápido! ¡Hay hadas mágicas en la plaza! - exclamó emocionada Eimy. Alyson miraba sorprendida sin ver nada más allá de los árboles.

Pero al ver la emoción en los ojos de su hermana, decidió jugar junto a ella imaginando las travesuras de las hadas.

Las hadas se acercaron a las niñas y les susurraron secretos sobre el valor de la amistad, la importancia de cuidar la naturaleza y el poder de creer en la magia. Eimy estaba encantada con cada palabra que escuchaba mientras Alyson reía divertida ante las ocurrencias de su hermana menor. El tiempo pasó volando mientras compartían risas y cuentos con las hadas mágicas.

Pero pronto llegó el momento de regresar a casa con papá y mamá. - ¿Ya es hora de irnos? - preguntó Eimy con un brillo especial en sus ojos. - Sí, cariño.

Debemos volver antes de que oscurezca - respondió mamá con una sonrisa. Las hermanitas se despidieron con nostalgia de las hadas mágicas prometiendo volver otro día para seguir descubriendo más secretos del mundo mágico que solo Eimy podía ver.

En el camino de regreso a casa, Eimy le contaba emocionada a su familia todas las aventuras vividas en compañía de las hadas mágicas. Alyson escuchaba atentamente disfrutando del entusiasmo contagioso de su hermana pequeña.

Al llegar a casa, papá les dio un fuerte abrazo y les dijo:- Siempre recuerden que la magia está dentro de ustedes. Solo aquellos con un corazón puro pueden verla y sentir su poder transformador.

Esa noche, antes de dormir, Eimy cerró los ojos imaginando el brillo dorado de las hadas mágicas danzando bajo la luna. Y supo entonces que nunca dejaría morir esa chispa especial que había nacido en su corazón aquel día inolvidable en la plaza junto a su querida familia.

FIN.

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