El Secreto del Trébol y el Dragón



Érase una vez en un pequeño pueblo junto a la costa, donde vivía una niña llamada Francisca. A Francisca le encantaba explorar la naturaleza y capturar momentos en su cámara. Un día, caminando por la playa, encontró un Trébol de cuatro hojas brillante. Emocionada, lo guardó en su bolsillo.

Al volver a casa, mientras intentaba sacar una fotografía del trébol, un fuerte rugido retumbó en el cielo. Un dragón, majestuoso y de escamas brillantes, apareció de entre las nubes.

"¿Qué es todo este alboroto?" - preguntó el dragón, aterrizando suavemente a su lado.

"¡Yo... yo sólo quería tomarle una foto a este trébol!" - respondió Francisca, asombrada.

"Ah, un trébol de muchos poderes. Dicen que quien lo encuentre tiene acceso a la magia y la sabiduría del mundo. Pero eso no es todo, también puede abrir puertas a nuevos amigos" - explicó el dragón.

Francisca, intrigada, miró al dragón. "¿Podés enseñarme sobre la magia que guardan los tréboles?" - preguntó con curiosidad.

El dragón le sonrió. "Por supuesto, ven conmigo. Pero debo advertirte que esta aventura no será simple. Habrá desafíos y engaños por delante."

Francisca asintió y agarró su cámara. Juntos decidieron visitar el bosque cercano, donde se decía que vivían criaturas sorprendentes. Al llegar, encontraron un cangrejo gigante, que se atoraba en una piedra.

"¡Ayuda!" - clamó el cangrejo "Estoy atrapado, y tengo un secreto que compartir. Si me liberan, les contaré sobre el verdadero poder del trébol."

Francisca y el dragón se acercaron, y tras algunos intentos, lograron mover la piedra y liberar al cangrejo.

"¡Gracias!" - dijo el cangrejo, muy aliviado. "El trébol les dará una opción única: pueden convertir una de sus fotografías en un recuerdo mágico. Pero deben usarlo con sabiduría."

Francisca miró al dragón, ambos intrigados. "¿Qué fotos deberíamos convertir?" - preguntó.

"La imagen que más signifique para ustedes, aquella que guarde un bello momento de amistad o aventura" - respondió el cangrejo.

Francisca pensó en el desafío. ¿Sería el trébol, el dragón, o quizás la foto que planeaba sacar de todos ellos juntos? Entonces se le ocurrió una idea.

"Voy a tomar una foto de todos juntos, incluyendo al cangrejo" - decidió.

El dragón asintió. "Eso suena perfecto. A veces, los mejores recuerdos son los que compartimos con amigos."

Francisca tomó la foto, y al hacerlo, un destello de luz iluminó el bosque. Cuando la imagen terminó de capturarse, el cangrejo le dijo:

"Ahora, decide si quieres convertirla en un recuerdo mágico. Pero recuerda, la magia solo perdura si la usas para ayudar y nunca para lastimar."

Francisca sonrió al comprender. "Quiero que este recuerdo sea una chispa de amistad y aventura para siempre" - exclamó, y tocó la imagen.

El cangrejo, el dragón y ella comenzaron a brillar y a danzar en el aire. Al final, Francisca contempló con alegría cómo la magia se esparcía, llenando el bosque de color. Todo el mundo podía conocer su amistad.

De esa experiencia, Francisca aprendió que la verdadera magia reside en los lazos que creamos, y se volvió la fotógrafa oficial de aventuras en el pueblo, siempre recordando a sus amigos como parte de su historia mágica.

Desde entonces, cada vez que alguien encontraba un trébol, ayudaba al que estuviese a su lado, compartiendo la tradición de compartir alegría y amistad. Y así, el pueblo se convirtió en un lugar de magia donde cada corazón latía al unísono con las risas de los amigos.

FIN.

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