El Sueño de Tomás



En un pequeño barrio de Buenos Aires, vivía un niño llamado Tomás. Tenía once años, una sonrisa radiante y un gran sueño: ser un jugador de voleybol reconocido. Sin embargo, la vida no era fácil para él. Su familia apenas llegaba a fin de mes y el voleybol era un lujo que no podían permitirse.

Un día, mientras Tomás jugaba con un grupo de chicos en la plaza del barrio, vio a un grupo de adolescentes entrenando voleybol en el polideportivo de la zona. Sus ojos brillaron de admiración y entusiasmo.

"¿Te gustaría jugar con nosotros, pibe?"- le preguntó uno de los chicos más grandes, con una sonrisa.

"Sí, claro! Pero no tengo una pelota..."- respondió Tomás, sintiendo un frío en su estómago.

"No te preocupes, tenemos una"- dijo el chico mientras le hacía un gesto para que se acercara.

Claudia, la entrenadora del equipo de adolescentes, vio a Tomás y decidió dejarlo jugar. Desde el primer toque del balón, Tomás demostró un talento innato. Pateó, saltó y corrió como un profesional, haciendo que todos sus compañeros quedaran boquiabiertos.

"¿Estás seguro de que nunca jugaste antes?"- le preguntó Claudia, sorprendida.

"Nunca, pero siempre soñé con jugar"- respondió Tomás, con los ojos llenos de pasión.

Los días pasaron y Tomás volvió al polideportivo. Cada vez que podía, entrenaba con los adolescentes. Pero había un pequeño problema: a su familia no les gustaba que pasara tanto tiempo allí. Su madre le decía:

"Tomás, tenés que ayudar en casa, no podés perder tiempo con ese voleybol"-.

Sin embargo, Tomás se negaba a rendirse. Sabía que el voleybol era su oportunidad. Tomó la decisión de entrenar antes de la escuela y después, incluso si eso significaba trabajar un poco menos en casa.

Un día, Claudia se acercó a Tomás y le presentó una oportunidad única.

"Escuchá, hay un torneo de voleybol junior en un mes. ¿Te gustaría ser parte de mi equipo? Ya tenemos lugar seguro para el torneo, solo falta que vos seas nuestro armador"-.

Los ojos de Tomás se iluminaron.

"¡Sí, claro que sí! Pero, ¿y mi mamá?"- preguntó, sintiendo que su corazón latía con fuerza.

Claudia le aconsejó que hablara con ella.

"A veces, las mamás necesitan ver para creer"-.

Tomás se armó de valor y le contó a su madre sobre la oportunidad. Ella lo miró con escepticismo.

"No creo que el voleybol sea una carrera, Tomás. Mejor ayudame a vender en la feria"-.

Pero Tomás no se rindió, convenció a su madre para que asistiera a un entrenamiento y ver cómo jugaba. Y, aunque al principio ella estaba un poco reacia, al final, su mirada cambió por completo al ver a su hijo en acción.

"No sabía que tenías tanto talento"- dijo, sorprendida.

Finalmente, el día del torneo llegó. Tomás, con su equipo, dio lo mejor de sí. Jugaron con siempre y, contra todo pronóstico, llegaron a la final. La adrenalina corría por sus venas mientras el público alentaba. Al final, su equipo ganó, y Tomás fue nombrado el jugador más valioso del torneo.

La sonrisa de su madre brillaba más que nunca. Ella lo abrazó con fervor.

"Te pido perdón, Tomás. Nunca debí dudar de vos"-.

El triunfo de Tomás fue un hito, no solo en su vida, sino en la de su familia. A partir de ese momento, empezó a recibir invitaciones para competir en diferentes torneos.

"Si vos lo soñás, podés lograrlo"-, le decía Claudia mientras lo motivaba a seguir adelante.

Eventualmente, gracias a su dedicación y esfuerzo, Tomás obtuvo una beca para jugar en un club profesional de voleybol. Su talento brilló a tal punto que logró convertirse en un referente en su barrio y en algunos clubes de la ciudad.

Su historia inspiró a otros niños en su comunidad. Tomás, ahora con un futuro prometedor, jamás olvidó de dónde venía y siempre volvía al polideportivo para compartir su experiencia y motivar a los más pequeños.

"A veces la vida puede ser difícil, pero si haces lo que amás y te esforzás, ¡podés alcanzar tus sueños!"- les decía a los nuevos jugadores que llegaban.

La vida, que un día parecía sombría, ahora estaba llena de color. Tomás había logrado no solo salir de la pobreza; había demostrado que con esfuerzo y perseverancia, se pueden alcanzar las estrellas.

FIN.

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