El Sueño del Niño Sol
En un tranquilo pueblito rodeado de colinas verdes, vivía un niño llamado Tomás. Desde pequeño, Tomás soñaba con el cielo, las estrellas y los planetas. Todas las noches, se sentaba en su jardín mirando hacia arriba, imaginando cómo sería volar entre las estrellas.
Una noche, mientras observaba la luna brillar intensamente, una luz brillante apareció en el cielo. Era un pequeño sol, que descendía lentamente hacia el suelo.
"Hola, Tomás" - dijo el sol en un tono cálido y acogedor.
"¡Hola! ¿Eres de verdad un sol?" - preguntó Tomás, con los ojos desorbitados de asombro.
"Así es, soy el Niño Sol y he venido a mostrarte el universo. Pero necesito que me ayudes a encontrar a los planetas que se han perdido en un sueño profundo" - respondió el Niño Sol.
Intrigado, y con el corazón lleno de emoción, Tomás aceptó ayudar al Niño Sol. Juntos, saltaron en una nube suave y comenzaron su aventura. El primer planeta que buscaron fue Marte, el guerrero rojo. Al llegar, encontraron a Marte dormido bajo un manto de estrellas.
"Marte, despierta, es hora de jugar" - dijo Tomás.
"No puedo, tengo un sueño muy importante" - murmuró Marte.
"Pero, ¿qué pasaría si no juegas? Los niños de la Tierra esperan tu luz" - insistió el Niño Sol.
"Está bien, solo por un rato" - aceptó Marte, comenzando a moverse lentamente.
Tomás y el Niño Sol invitaron a Marte a jugar, y juntos recorrieron los cráteres mientras reían y se divertían. Así fue como Marte se llenó de energía y comenzó a brillar como nunca, iluminando el cielo.
Después de Marte, se dirigieron a Júpiter, el gigante gaseoso. Al llegar, vieron que Júpiter también estaba dormido.
"Júpiter, despierta, ven a jugar con nosotros" - le dijo el Niño Sol suavemente.
"No puedo, me estoy preparando para un gran torneo de tormentas" - respondió Júpiter con un bostezo.
Tomás, pensando en cómo podría convencerlo, sugirió: "¿Y si hacemos una tormenta de diversión? Podemos hacer que llueva arcoíris y que todo sea mágico".
Eso despertó la curiosidad de Júpiter, quien decidió levantarse de su sueño para unirse. Juntos, crearon tormentas de color y alegría, y el cielo se iluminó con los destellos de arcoíris.
Después de divertirse con Júpiter, se dirigen a Saturno.
"Saturno, necesitamos tu ayuda para brillar en la Tierra" - gritó Tomás, pero al llegar, encontraron a Saturno dormido en sus anillos.
"¿Qué pasa?" - preguntó Saturno con voz somnolienta.
"Es hora de jugar, Saturno. La Tierra te necesita" - dijo el Niño Sol.
Pero Saturno estaba muy cómodo en su sueño. Entonces Tomás propuso: "Podemos hacer una fiesta en tus anillos, una fiesta que todos los planetas recuerden".
"Una fiesta, ¡eso suena genial!" - respondió Saturno, despertando de inmediato. Juntos organizaron una gran celebración en el espacio, donde todos los planetas comenzaron a llegar.
Al final de la noche, los planetas ya estaban llenos de energía y brillaban intensamente. Tomás, el Niño Sol y los planetas se reunieron para ver un espectáculo de luces estelares que iluminó el cielo como nunca antes.
"Gracias, Tomás, por ayudarnos a despertar" - dijo el Niño Sol.
"No podría haberlo hecho sin ustedes. Cada uno de ustedes es especial y juntos hacen que el cielo sea hermoso" - contestó Tomás con una gran sonrisa.
De repente, Tomás sintió un pequeño tirón. Se dio cuenta de que estaba de vuelta en su jardín, mirando hacia arriba, pero esta vez con una estrella brillante que jugaba en el cielo. Era el Niño Sol, quien le guiñó un ojo antes de desaparecer entre las estrellas.
Desde esa noche, cada vez que Tomás miraba al cielo, sabía que no estaba solo. Tenía amigos en los planetas y siempre que quisiera, podía soñar con ellos. Aprendió que incluso en la distancia, la amistad brilla mucho más que cualquier estrella.
Y así, Tomás continuó observando el cielo, llenando su corazón con nuevos sueños y aventuras, recordando siempre que aunque los planetas estén lejanos, su luz siempre ilumina su camino.
FIN.