El Susto de la Selva Divertida



En un pequeño pueblo rodeado de una frondosa selva, vivía una niña llamada Sofía. Sofía era conocida por ser muy valiente, pero en el fondo, tenía un pequeño miedo a lo desconocido. Un día, mientras exploraba la jungla detrás de su casa con su mejor amigo, Lucas, se encontraron con una extraña cabaña. La cabaña estaba cubierta de enredaderas y hojas, y parecía que había estado deshabitada por años.

"¿Te animás a entrar, Lucas?" - preguntó Sofía con tono retador.

"No sé, Sofía... da un poco de miedo..." - replicó Lucas, mirando la cabaña con ojos grandes.

A pesar de su temor, la curiosidad pudo más que el miedo, así que decidieron entrar juntos. Al abrir la puerta, un chirrido ensordecedor resonó. La cabaña estaba cubierta de polvo y telarañas, pero había algo brillante en el centro de la habitación.

"Mirá, ¡una caja de música!" - exclamó Sofía, emocionada, al ver la hermosa caja en un rincón.

Mientras Sofía la abría, un suave melodía comenzó a sonar. De repente, las sombras en la habitación parecieron cobrar vida y figuras de animales comenzaron a bailar alrededor de ellos. Pero en medio de la diversión, un enorme murciélago de peluche tomó vuelo de la esquina y salió volando hacia Sofía.

"¡Un monstruo! ¡Salí, Sofía!" - gritó Lucas, mientras se escondía detrás de un mueble.

Pero en lugar de asustarse, Sofía se rió y exclamó:

"¡Es solo un murciélago de peluche! No hay de qué tener miedo." - Sofía corrió hacia el juguete, lo atrapó y comenzó a jugar con él.

Lucas, aún dudoso, salió de su escondite.

"¿No te da miedo?" - preguntó, mirando a Sofía con cierta admiración.

"No, para nada. Esta cabaña está llena de cosas divertidas, ¡venganza contra el miedo!" - dijo mientras hacía que el murciélago volara por toda la habitación.

Ambos comenzaron a explorar la cabaña, encontrando un montón de objetos antiguos y juguetes mágicos. Había un sombrero que hacía que cualquiera que lo usara comenzara a cantar, un espejo que mostraba a la gente bailando, y hasta una caja que, al abrirla, lanzaba confeti de colores.

"Esto no puede ser un lugar espantoso, ¡es genial!" - exclamó Lucas mientras hacía girar el sombrero.

Mientras se divertían, empezaron a escuchar un ruido extraño. Era un leve llanto que venía del piso de arriba.

"¿Quién llora?" - preguntó Sofía, sintiendo un escalofrío correr por su espalda.

"Tal vez sea un fantasma..." - dijo Lucas, con voz temblorosa.

Pero Sofía decidió que no podían dejar que el miedo las detuviera. Dejó el murciélago en la mesa y subió las escaleras, Lucas la siguió, temiendo de lo que podrían encontrar. Cuando llegaron a la habitación de arriba, se encontraron con una pequeña ardilla de juguete que estaba atorada en una red de hilo.

"¡Oh, mirá esto!" - Sofía se acercó y, con mucho cuidado, liberó al pequeño juguete.

El ardilla saltó y comenzó a hacer sonar una pequeña campanita.

"¡No era un fantasma, sino un amigo!" - se rió Lucas.

"Claro, a veces el miedo solo es una sombra que se forma en nuestra imaginación" - dijo Sofía.

La pequeña ardilla de juguete los llevó a una trampilla secreta en el suelo, donde encontraron un nuevo mundo lleno de criaturas alegres y coloridas que vivían en armonía. Todos se presentaron de una manera festiva, celebrando la llegada de Sofía y Lucas con una gran fiesta. Había serpientes que hacían piruetas, pájaros que cantaban melodías musicales y muchas flores que bailaban al son de la música.

"¡Esto es increíble! ¡Cómo no tuvimos miedo antes!" - dijo Sofía llena de felicidad.

Así, Sofía y Lucas aprendieron que las cosas que nos dan miedo a menudo pueden ser maravillosas y que vale la pena explorarlas. Decidieron regresar al pueblo con el mensaje para todos sus amigos: "¡No dejes que el miedo te detenga, hay un mundo maravilloso por descubrir!".

Desde entonces, nunca evitaron un lugar solo porque les daba miedo y siempre recordaron que a veces, el miedo se convierte en diversión si se enfrenta con valentía y una sonrisa.

Y así, Sofía y Lucas continuaron explorando la selva, haciendo nuevos amigos y viviendo grandes aventuras sin dejar que el miedo los detuviera.

FIN.

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